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La protesta se queda en la red

  • Los opositores marroquíes se limitan a realizar su actividad en el mundo virtual porque el activismo en la calle es prácticamente imposible ante la escasa participación

Las protestas que siguen sacudiendo el mundo árabe también se vivieron en Marruecos en la primavera de 2011, pero han terminado por hacerse invisibles en las calles y regresado al lugar del que salieron: el mundo virtual de las redes sociales.

"La gente ya no sale como antes porque el entorno político no está claro y existe una falta de esperanza de cambio. Internet es una buena manera de mantener la llama encendida", reconoce el activista Omar Radi.

A principios de 2011 y al calor de las revoluciones en Túnez y Egipto, un grupo de marroquíes creó a través de Facebook el movimiento 20 de Febrero (20-F), que congregó en sus primeros meses a miles de personas en las calles en demanda de "libertad, dignidad y justicia social" y en protesta por la acaparación de poder (político y económico) en manos del rey Mohamed VI y su entorno.

Un año y medio después no quedan sino rescoldos de aquel movimiento. "Tras las elecciones en noviembre de 2011 asistimos a una vuelta atrás del 20-F, y los esfuerzos de los militantes se canalizan en las redes sociales porque, ante una nueva configuración política, el activismo en la calle cuesta más y es más complejo", explica Mohamed Madani, profesor de Políticas en Rabat.

Para Madani, "el hecho de que el Partido Justicia y Desarrollo (islamista) llegase al poder dio legitimidad a los comicios y, aunque hay reservas, la institución gubernamental ha adquirido cierta credibilidad. Para el 20-F es difícil moverse en esa coyuntura".

Las protestas continúan de forma esporádica y con una mínima capacidad de convocatoria; eso no ha impedido que la Policía las haya reprimido sin miramientos cometiendo varios abusos contra los manifestantes, como reconoció recientemente el ministro de Justicia, Mustapha Ramid.

"Hay unos 70 activistas del 20-F en prisión, y el movimiento ya no tiene una estructura eficaz. Hay que esperar a que la situación cambie", comenta Radi.

Nuevos movimientos como Masayminch 2012 (por la libertad religiosa), Women Shoufoush, creado para combatir el acoso sexual, o Unión de estudiantes para un cambio del sistema educativo siguen naciendo en las redes, donde adquieren una importante popularidad y de sus "acciones" se hace eco la prensa independiente. Pero con una tasa de analfabetismo que ronda el 30 % (sobre una población de 33 millones de la que apenas el 11 % utiliza internet), lo cierto es que estos movimientos ni siquiera llegan a hacerse presentes en las calles, y si lo hacen tan sólo consiguen reunir a varias decenas de personas.

"Hay mucho trabajo en la red y poco en la calle. No existe una coordinación paralela", sentencia Najib Chauki, militante marroquí, quien puntualiza que "también hay activistas que trabajan en partidos políticos o en asociaciones". "Túnez y Egipto nos dieron esperanza pero cuando la gente ve lo que está ocurriendo en Siria y Libia tiene miedo de lo que podría pasar en Marruecos", dice Chauki.

En un país donde la libertad de prensa se sitúa, según Reporteros Sin Fronteras, en el lugar número 138 de la clasificación mundial (170 países en total), expresarse en internet no significa estar libre de represalias.

Dos estudiantes, Ualid Bahomane y Abdelsamad Haydur, fueron condenados este año a uno y tres años de cárcel, respectivamente, por criticar al rey de Marruecos en las redes sociales.

"Hay una lucha en el seno de las redes sociales y, evidentemente, un control, un seguimiento y un trabajo de oposición por parte del Estado contra los mensajes que considera provocadores, con eventuales intervenciones y represiones", afirma Madani.

El profesor destaca que esta "ida y vuelta" entre la calle y las redes se debe también a que "las revoluciones árabes han mostrado que los activistas no son los primeros en disfrutar de los dividendos de la revolución. Ellos han realizado la acción, pero el éxito político se lo han llevan los islamistas".

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