Escultura realizada con diversas técnicas, barro refractario, esmaltes y madera reciclada.

Aunque la obra la encontramos colgada de la pared estamos ante una escultura tridimensional cuyos elementos constitutivos son unos personajes, perfectamente estructurados, que traspasan los límites del plano vertical del muro. La autora con ella relata una escena que parece ser de lo más cotidiano. Un grupo de personajes cercanos y mostrando diversas actitudes aparecen en un espacio urbano, mientras otro, perpendicular a los otros, se presenta en una actitud más reposada con una paloma en la mano.

Lola Jiménez nos presenta escultóricamente un entrañable relato inmediato, con unos elementos plásticos muy bien escogidos para que formulen esa típica escena callejera. Sin embargo, la realidad que presupone dicha representación se encuentra matizada por una ilustración de lo real que se aparta de lo que, habitualmente, la mirada capta. Los personajes, a fuerza de manifestar sus posiciones reales, nos presentan aspectos mucho más expresivos. Las actitudes que ofrecen están más marcadas, se evitan mostrar ciertos elementos habituales como los ropajes descritos con exactitud; a la autora le interesa mucho más que éstos queden sólo esbozados o intuidos, sin ser descritos fielmente. Todo ello contribuye a que la obra nos disponga a que sea la visión del espectador la que le otorgue su definitivo sentido.

La escultura, dentro de su determinante dimensión figurativa, ofrece una serie de circunstancias plásticas y estéticas dignas de consideración. Por una parte es fundamental el modo de producción elegido por la autora. Mediante una serie de elementos de muy diferente naturaleza material y absoluta dimensión clásica, el barro, los esmaltes y la madera, construye una escena cercana que transcribe un momento de suma simplicidad, introspección y, como el título declara, alta sensibilidad. Los personajes aparecen mostrándose más hacia dentro que hacia fuera, en un permanente estado de emotividad y reflexión. Son personas jóvenes, que se muestran inhibidos, que actúan sin complejos y sin miedos, mostrándose como son, dejando aparecer sus más íntimas emociones. El personaje de la paloma, se nos muestra mucho más concentrado y en una actitud intimista, como de reflexión. Además permanece alejado del grupo y para diferenciar esa extrema posición la autora lo ha revestido de un color verde que contrasta con los colores marrones del otro conjunto.

El grupo escultórico nos transporta a una realidad cercana; muy bien formulada en un espacio exterior que deja entrever, además, los esquemas de un escenario callejero, escuetamente configurado pero con una clara contundencia expresiva.

La obra de Lola Jiménez nos sitúa en los parámetros de una escultura clásica en sus planteamientos, con una correctísima dimensión formal, que descubre una moderna situación tanto en el contenido como en el continente.