Cultura

Apasionante y apasionado

UNO de los platos fuertes de la temporada artística española ha sido, sin duda alguna, esta muestra que ha llegado a Málaga convirtiendo la ciudad en la auténtica referencia expositiva de este tiempo en el que, resguardándose tras la crudeza de la crisis, se pierde el sentido y se acomodan las programaciones a pobres registros de escasa importancia. No ha sido así en el Museo que dirige Pepe Lebrero, tras la afortunadísima y espectacular 'Los juguetes de las vanguardias', llega al Palacio de Buenavista, nada más y nada menos que una muestra de Alberto Giacometti, el gran artista suizo nacido en Borgonovo en 1901, el mismo año que, otro artista suizo, Arnold Bocklin, dejaba de existir para afincarse definitivamente en 'La isla de los muertos', aquella que tanto le obsesionó en vida, y el mismo año que Pablo Picasso pinta su cuadro 'Evocación', en honor de su íntimo amigo, el también pintor, Carles Casagemes.

Después de la gran exposición, a finales de 1989, en el Centro de Arte Reina Sofía, llega esta espléndida muestra -veinte años después - a llenar, con muchísimo criterio e intención, un espacio museístico, la obra de este gran creador que está emparentada con la más avanzada estética del momento. Aunque su nombre está ligado a la escultura expresionista, su plástica no se detiene en un solo estilo o movimiento, participando de lleno en parcelas estéticas a las que puso un sello de fuerte carácter, el surrealismo, el cubismo y, sobre todo, el expresionismo.

La exposición realiza un exhaustivo recorrido por un Giacometti total, pintor, escultor, dibujante, grabador, estando comisariada por la historiadora Veronique Wiesinger, una de las grandes expertas en la obra del genial suizo, contando la colaboración de Pepe Lebrero, cuya mano se observa obsequiosa en la presentación de varias obras de Picasso; obras de muchísima importancia, que están integradas perfectísimas en el conjunto de la muestra y que marcan la admiración y la interacción existente entre los dos artistas.

Aunque la obra pictórica y la gráfica tiene su significación, el espectador tiene la oportunidad de asumir de lleno el lenguaje escultórico de un artista, al que la figura humana le sirve para buscar y encontrar medios de representación con la reducción formal como máxima. Sus esculturas manifiestan cuerpos consumidos que parecen estar realizadas con lava petrificada, produciendo seres de cierta apariencia fantasmagórica. Sus cuerpos son delgadísimos - algunos casi filiformes - que parecen tener dificultad para sostenerse en pie a pesar de sus grandes pies. Son esculturas con intención deshumanizante, plasman la angustia, la soledad, el dolor de una sociedad cuestionada por su propia existencia.

Alberto Giacometti busca la representación de una sociedad lacerada. La figura humana reducida a un esquematismo prehistórico mediante la delgadez de la formas, pellizcos de hierro enmohecido, pretende acentuar la destrucción y la soledad de una humanidad en carrera vertiginosa a su total aislamiento y destrucción.

En las esculturas de Alberto Giacometti no encontramos ningún indicio de debilidad. Su potencia formal, su poderío plástico, así como su especial sentido por transmitir la angustia, la soledad y el desvarío social, nos hace acercarnos a ellas con la silenciosa aprobación del que está cerca de ese espíritu apasionado y apasionante, esquivo, transgresor, desordenado y desenfrenado del que las creó.

La exposición malagueña -vuelve Pepe Lebrero a llevarnos por las coordenadas de una gran exposición de uno de los grandes -, aparte de permitirnos la apasionante visión de 'El hombre que camina' y otras series de obras de ese personalísimo ideario escultórico, ha servido para encontrarnos con experiencias teóricas y pictóricas que ahondan en la realidad de un artista, un tiempo y un entorno histórico y artístico que conducen a la asunción total de una obra y de su autor. Experiencia inigualable que debe ser contemplada y vivida en todo su apasionante esplendor.

Alberto Giacometti fue uno de los grandes; ahora, Málaga y su Museo Picasso nos lo ofrece en toda su magnitud.

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