Cultura

Arte Contemporáneo con mayúsculas

HAY colecciones de Arte Contemporáneo constituidas con criterio, con seriedad y con suma rigurosidad. Otras, en cambio, están conformadas buscando sólo la aparición deslumbrante de nombres, sin importar demasiado la calidad de las piezas. Por nuestra zona tenemos prueba de esto último. No siempre todos los grandes artistas son autores de obras maestras. La Colección AENA - Aeropuertos Españoles y Navegación Aérea - pasa por ser una de las más prestigiosas de España y encierra una de las mayores ofertas artísticas de la contemporaneidad, tanto en cantidad como en calidad. Nuestros aeropuertos, donde se exhiben la mayoría, constatan esta afirmación. A Jerez ha llegado una pequeña muestra, con obras la mayoría de inmenso interés artístico.

La presente exposición comparte obras de muy importante calidad con otras que, a pesar de su significación, están muy al margen del hilo argumental que estructura el conjunto de la muestra. Además, se observan muchos desajustes incomprensibles en una exposición que debía ser redonda en todos sus aspectos. En primer lugar, muy mal por parte de la comisaria al no tener en cuenta las carencias museográficas del espacio: la iluminación a veces no existe y las obras pasan totalmente desapercibidas. Muy mal, asimismo, a la hora de distribuir ciertas piezas emblemáticas que se pierden en el dédalo expositivo - el Barceló y el Matta merecían una ubicación de mayor relevancia-. Muy mal, también, en lo que se refiere el montaje. Mis queridos Pepón, José María - el Mosqui -, Luis… habrán alucinado en colores observando un montaje que, ellos, hubieran hecho de manera impecable. Muchas veces nos olvidamos de lo bueno de lo de aquí para soportar lo deficiente de lo de fuera. Tampoco me ha parecido demasiado edificante la inclusión de ciertas piezas - la de mi admirado Alberto Sánchez, la de José Planes, la de Venancio Blanco o la de Óscar Domínguez que, aún siendo obras importantes, desvirtúan el hilo conductor -. No obstante, aparte de estos detalles, hay que referirse y destacar la suma importancia del conjunto de la muestra.

El espectador se va a encontrar con magníficas obras salidas de grandes creadores; unos artistas que han escrito con letras de oro la historia más reciente de nuestra plástica. Importantísimos los Tapies - a cual mejor -, rotundo el Palazuelo, imprescindible el Roberto Matta, inquietante el Darío Urzay, muy a contracorriente el Juan Uslé, magnífico el Darío Villalba, muy distinto a lo habitual el Bernardí Roig, característica la escultura de Miquel Navarro, soberbio el Antoni Murado grande - innecesarios los pequeños -, sugestivos los Pedro Calapez, riguroso el Gerardo Rueda, espléndido el Fernando Zóbel, espectacular y dentro de lo mejor suyo, el Luis Gordillo, espléndido también el Miquel Barceló, muy significativa la maqueta de Pello Irazu y asimismo espectacular el Gustavo Torner.

Hay que decir, en honor a la verdad, que la sala donde se muestran las pinturas realistas imprimen un negativo carácter a la importancia de las obras expuestas. Su deficiente iluminación genera una reacción de rechazo inconsciente a una espléndida galería donde sobresalen los Amalia Avia, el Joaquín Sáenz, el Carmen Laffón, el Teresa Duclós y el José Hernández. El resto, muy por debajo de aquellos.

Estamos ante una exposición que, con sus matices, nos sitúan en una página grande de buen arte contemporáneo. Lástima que esto se repita tan de tarde en tarde.

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