XIV congreso de la fundación caballero bonald

Benítez Reyes, Gómez de la Serna y otras maravillosas 'bromas macabras'

  • El autor de Rota retrata en una completa conferencia la figura y obra del ingenioso escritor madrileño, dueño del concepto de greguería · Marta Sanz, Julio Neira y Rafael de Cózar ponen el broche a la cita

"Una conferencia es una broma macabra", decía Ramón Gómez de la Serna. Y en muchas ocasiones lo es tanto para quien la expone, como para los que la escuchan. No es el caso que ocupa, porque el escritor Felipe Benítez Reyes ofreció ayer, en el marco del XIV Congreso de la Fundación Caballero Bonald, una ponencia, quizás de las más brillantes de las que se han podido disfrutar en estas tres jornadas que ha durado la actividad, llamada 'Las 'greguerías' y otros ingenios', en torno a la vida y obra de Gómez de la Serna. El autor fue presentado por la periodista María José Pacheco.

"Dar una charla sobre este asunto es complicado porque el humorista madrileño tiene una obra inabarcable. Necesitaría un ciclo de conferencias para él solo", dijo Reyes. Y así, como la cosa va de transgresores y heterodoxos, "creo que De la Serna no encaja en ninguno de los dos grupos. Sí, me inclino por ello. No fue transgresor porque se dedicó a ser él mismo, lo que implicaba ya en sí una transgresión". Por eso, Pedro Salinas decía de él que era "demasiado joven para contarse entre las filas del 98, demasiada temprana su producción para unirle a la de otros grupos que como tales se ha definido posteriormente, Ramón se alza el solo, envuelto en sus caprichos y genialidades de temperamento, con inequívoca silueta". Más allá de las rencillas gremiales, De la Serna no tuvo que enfrentarse a nadie, ni a nada porque su literatura funcionaba por sí misma. Era una labor perpetua, imparable, un caso paralelo al de Juan Ramón Jiménez. "Tampoco creo -dijo- que sea un heterodoxo porque el mismo concepto requiere ser solemne, cuando Ramón era de carácter circense".

"Ramón -explicó Benítez- nunca renegó de sus primeros escritos, pero tenía las ideas puestas en la obra presente, en su fábrica de ocurrencias, las 24 horas al día. Incluso llegó a tener remordimientos por haber escrito poco. En sentido figurado, y con el mejor sentido de la palabra, era como un churrero. Era un escritor fragmentario y no de proyectos calculados".

Su aburrimiento de la coherencia le hacía ser puro Ramón, "tenía gula de ramonismo. Publicó su primer libro a los 15 años, y desde entonces no paró, porque para acertar necesitaba equivocarse mucho. Tenía una intención insobornable, que era ser Ramón. Se limitó a escribir lo que quiso desde su grandeza imperfecta y fue aventurero más que vanguardista". Como ejemplo de sus ingenios, greguerías, esa agudeza, imagen en prosa que presenta una visión personal, sorprendente y a veces humorística, de algún aspecto de la realidad (dice la RAE), el autor de Rota proyectó un hilarante vídeo llamado 'El orador', de 1928, un monólogo del escritor madrileño en el que hace gala de todo su ingenio y destreza con la palabra. Porque además vivió en una época "propicia para él, con la explosión de las vanguardias, el canal adecuado para lanzarse a la modernidad". Murió menospreciado, "pero -concluyó Benítez Reyes- al cabo de los años, al contrario que otras figuras, él permanece, como la conciencia rígida de un muñecón de cera".

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