Flamenco 43 edición de la Fiesta de la Bulería

La Bulería ha muerto, ¡larga vida a la Bulería!

  • La cátedra de De la Morena y el éxtasis de Capullo recuperan el esplendor de una Fiesta siempre cuestionada en la que también sobresalieron la voz de Lagos y el baile de Peña

Puede que de aquellas Fiestas de antaño sólo permanezca inalterable el hombre que vende cangrejitos y camarones en un cartucho, que ya en sí mismo es un monumento a la tradición. El tiempo pasa inevitable, el tiempo vuela. Le dieron la extremaunción con el delito, por seguridad, de vaciar media botella de Tío Pepe en una jarrilla de plástico, pero celebraron su renacer con voces, pies y manos que la reanimaron hasta respirar de nuevo. Otra vez sobrevivía la Bulería, tras 43 ediciones en el petate. Unas con mayor brillo que otras. Unas inolvidables, otras prescindibles. Se canta lo que se pierde aunque aquellos paraísos perdidos estén muertos y enterrados. El guión de esta entrega del ritual flamenco de septiembre se movió, abajo entre el público, por los lugares comunes de los últimos tiempos: un albero, en su mayoría, con ganas de escuchar, y un tendido, o buena parte de él, con ganas de juerga, 'cubateo' y afanado en ganar a toda costa una imaginaria prueba del récord Guiness de palmas por bulerías al unísono. "Viva el pueblo y sus derivados", que recordó un titánico Fernando de la Morena durante su actuación del pasado sábado en el coso de la calle Circo. Arriba, en el escenario, la nómina de artistas despilfarró empuje y ganas aunque no siempre bajo las mejores condiciones. El carisma y habilidad de Capullo para poner la plaza de toros en silencio sepulcral y componer una media verónica a pulmón; los 25 minutos de bulerías sin receso del De la Morena; las cantiñas y la fiesta por bulerías de David Lagos, que se acordó de todos los grandes ausentes; y el baile meteórico de Andrés Peña, hicieron que gran parte de los presentes se levantase de sus asientos, reencontrándose con el mejor aroma 'festero' y el fulgor de las grandes noches de Jerez.

La entrada de público mejoró notablemente frente a la edición de 2009, por lo que a ráfagas pudieron congregarse unos 4.000 espectadores en la plaza. Un cartel netamente jerezano con algunas de las 'vacas sagradas' del cante jondo del terruño ayudó sobremanera a crear expectación, pese a que muchos lamentaran lo repetitivo de algunos nombres. Enfiló el escenario Juan Moneo, y los 'tortistas', llegados de todas partes, lo llevaron en volandas. Con el coso frío por aquello de que la velada no había hecho más que empezar y con deficiencias en el sonido que apenas dejaban oír a su grupo, el 'plazuelero' batalló con las cantiñas del 'Yeli yeli', soleares y tangos, hasta entrar en sus 'Momentos solo' por bulerías, mucho más entonado. A El Torta, esta vez muy generoso de voz, se le vio en algunos instantes desconcentrado. Tampoco ayudó parte del tendido, empeñado en ser más protagonista que los propios artistas. Como un relámpago, el cantaor jerezano elevado a la categoría de mito entonó 'Abrázame' y cerró por bulerías con corrección pero envuelto en una atmósfera gélida, pese al fragor de sus incondicionales. Obviamente, no le favoreció su ubicación en el cartel: el primero de todos. Tras él, fue el turno de Macarena de Jerez, joven artista que trató de aprovechar la oportunidad de enfrentarse en solitario al exigente escenario de la Bulería. Tientos tangos y malagueñas fueron sus dos tarjetas de presentación bajo un deficiente sonido que seguía sin restablecerse, y con el que la voz de la cantaora quedaba desequilibrada al apenas escucharse su acompañamiento. Soleá por bulerías y bulerías remataron la actuación de una joven artista que pelea por un cante esencial y genuino, algo parecido a lo que llaman puro, lo cual ya es mucho.

Con naturalidad y desparpajo, David Lagos irrumpió en la Fiesta con ganas de consagrarse definitivamente en su tierra. Y bien que lo logró. Quiso silenciar al tendido en los instantes iniciales de su recital con la toná que dedica a Tío Juane en su disco 'El espejo en que me miro' y que redondea con un cante cabal que hace honor a su nombre. Pasó a ganarse a pulso al público con una sentida malagueña 'chaconiana' en la que una vez más hubo que detenerse a degustar las imaginativas y vibrantes falsetas de su hermano Alfredo. Cómo se agiganta la voz de David saltando sobre el colchón que aporta su toque. Cierre por abandolaos y 'Tangos de arena', donde los versos de las tres heridas 'hernandianas' se tejen con una historia taurina que quiso cantar en un escenario tan propicio. Del compás binario se metió con nuevos bríos por Cai. Camarón, La Perla, Pericón, Aurelio Sellés… Tributo por cantiñas a toda la sal de la Bahía con su peculiar manera de relamerse a cada tercio y abrigar el cante. Llegó zigzagueando hasta la fuente de Santiago para refrescarse y prosiguió, vaciándose, sacando pulmones de donde ya quedaba poco. Gran ovación y el público de pie por primera vez en toda la noche. Ya en las bulerías, Lagos desarmó a propios y extraños al rendir pequeños homenajes a los grandes ausentes: desde Lola hasta La Paquera pasando por La Bolola, Tío Borrico, el Serna, Terremoto, José Vargas 'El Mono'… En las bulerías de Cai incluso metió una letrilla para acordarse de su amigo Fernando Terremoto hijo, tan llorado, tan admirado. Hasta tuvo tiempo Melchora Ortega, su mujer, de pegarse una patá en un fin de fiesta particular y familiar que fue el clímax de un recital que confirma a Lagos como uno de los grandes del Edén del cante contemporáneo jerezano.

Al incendio que provocó su concurso le echó más gasolina Fernando de la Morena, que no dejó que la llama que tanto había costado encender se apagara. Un total de 25 minutos por bulerías sin resuello se raspó una colosal pareja de 'Fernandos', pues si excepcional estuvo el entrañable cantaor de Santiago, no le fue a la zaga la sonanta de Fernando Moreno, tan ideal para acompañar, tan enérgica y contundente, que al más neófito daban ganas de arrancarse. Con qué gusto y qué placer se le vio cantar a Fernando, con esa voz 'amontillada', seca como la mojama pero cargada de sabiduría y soniquete. El De la Morena se coronó una vez más como el auténtico Rey de la Bulería, con sus cuplés, con sus letras recortaditas, con sus acentos, con sus frenazos bruscos… Cómo conduce la bulería auténtica de la tierra, cómo maneja la fiesta a su antojo. 'Quiérelo mucho', 'Tienes un amor para mí'… Letras que suenan a Fernando, que evocan al doctor 'honoris causa' del arte de la burla, del compás dionisiaco que nace en la albariza jerezana. También hubo fandangos en su participación en la Fiesta y, por supuesto, hubo más bulerías para un público absolutamente entregado con el Tío Fernando, al que reconocieron con generosidad tanta gracia y tanto derroche. Jerez no fue de la Frontera, Jerez fue De la Morena. Sobresaliente.

Tras reponer fuerzas en el descanso, arribó bajo los focos el baile viril y temperamental de Andrés Peña. El jerezano, sin hacer demasiado ruido, está dando pasos agigantados para hacerse un hueco entre las grandes primeras figuras del baile. El pasado sábado, en el improvisado escenario del coso de calle Circo, demostró que le sobra casta y recursos para levantar de sus asientos al respetable. Con un atrás más que correcto a cargo de las voces de Luis Moneo, Miguel Rosendo y Miguel Lavi, además del toque de Javier Patino y Paco Iglesias, el baile de Peña brilló en una ronda de tonás inicial que ejecutó bastón en mano, mientras que alcanzó su plenitud en las posteriores soleares y cierre por bulerías, en las que el joven bailaor hizo gala de su refinada técnica de pies y brazos conjugada con la oportuna chispa perfecta de espontaneidad. Subió, bajo, martilleó sobrado de pies y templó cuando el ritmo era ingobernable. Su paso por la Bulería tampoco defraudó.

Y como colofón, por enésima vez en la última década en la Fiesta de la Bulería, Miguel Flores Quirós, que suena mucho menos concluyente que decir Capullo de Jerez. El cantaor de La Asunción, en principio, no se complicó y tras una breve introducción de soleá por bulerías, donde desplegó parte de su quejío cavernario, pasó a inyectar lo más coreado de su repertorio por intravenosa. Primero, ración de tangos con sus grandes éxitos: 'Son de lunares', 'La culpa', 'La vida es una rutina (apágame la luz)', 'Lucha por la libertad'… Después, turno para las bulerías, en las que alcanzó el éxtasis final al callar a toda la plaza de toros cantando a pulmón al pie del proscenio. Incluso se atrevió sin amplificación de voz con aquella media granaína de Chacón que el libérrimo cante del Capu transforma en 'enganchao en oro y marfil'. Un clásico en la antología cantaora del artista que mejor representa actualmente el trance tribal de la Fiesta flamenca con mayúsculas. 'Tempus fugit', 'carpe diem'. Si algunos volvieron a repetir un año más para sus adentros que la Bulería había muerto, en ese preciso momento y para siempre, allí estuvo nuevamente Capullo de Jerez, junto a su legión de devotos, para recordar que está más viva que nunca, pese a que haya mutado con los estragos del inevitable paso del tiempo. Tiempo que no perdona ni a la Fiesta. La Bulería ha muerto, ¡viva la Bulería!

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