La ciudad de la Historia por Eugenio J. Vega y Fco. Antonio García

Carlos V y el Jerez de la Edad Moderna ( y II)

Prosigamos con el admirable relato histórico que Hipólito Sancho nos ofrece sobre Jerez y los jerezanos en tiempos de Carlos V: 

“Vino un buen día lo que se podía esperar, esto es, el ataque de los corsarios musulmanes contra Gibraltar y el 9 de Septiembre de 1540 se dio allí el mismo triste espectáculo que se repetiría en Cádiz en 1596 por el Conde de Essex al frente de una armada inglesa. Los turcos se apoderaron casi sin resistencia de la plaza, la saquearon teniéndola por suya durante cuatro días y cansados de hacer daño y con un rico botín se reembarcaron el 12 del mismo mes de Septiembre cuando los refuerzos y socorro de las poblaciones comarcanas comenzaban a llegar. Jerez no faltó a sus buenas tradiciones de amistad, pero ocurrió que corrió el rumor de que otra armada turca estaba sobre Cádiz y que constaba de alrededor de un centenar de navíos y aterrados ante el peligro se enviaron aquella misma noche ochocientos hombres a dicha plaza y otro parecido contingente al puente de Suazo con lo que la ayuda a Gibraltar por el momento se retrasó aunque fue tan copiosa que envió tras veinte caballos que fueron de avanzada cuatrocientos de estos y tres mil peones, esfuerzo pocas veces realizado y que demuestra el pavor que la caída de Gibraltar sembró en toda la Andalucía meridional. Llegaron tarde, pero esto nada quita la interés que Jerez puso en servir al Emperador en ocasión tan apretada y más cuando después del desaire hecho por las autoridades de esta  a las tropas de socorro, una nueva alarma originada por la presencia de cuarenta velas turcas que venían al estrecho, hizo necesario un nuevo socorro angustiosamente pedido por Gibraltar en carta que se leyó en cabildo, determinándose enviarle los treinta de a caballo que pedía, pagados de los propios de la ciudad y por capitán de los cuales fue Martín Dávila Sigüenza, quienes permanecerían allí quince días o más si fuere necesario.

Y todavía cuando en 1543 la amenaza de la armada conjunta de Francia y Turquía bajo el mando de Barbarroja llenó de temor a todos los pueblos costeros del mediterráneo y la Andalucía atlántica, Jerez obedeciendo a la carta del príncipe regente circulada por el alcaide de Gibraltar el capitán Oseguera a quien iba dirigida, acordó preparar su gente contribuyendo a la leva de cuatrocientos hombres ordenada por el lugarteniente del soberano para presidio de la desguarnecida roca calpense (...)

De las relaciones de Jerez con las dos plazas norteafricanas de Orán y Mazalquivir a cuya conquista contribuyó considerablemente no tanto por el número de hombres -nada corto sin embargo- que aportó, sino por la calidad de los mismos, experimentadísimos en esta guerra marítima de entradas y saltos, poco habría que decir después del afianzamiento de la soberanía española en ellas al cual contribuyó Jerez (...)

La jornada de Túnez (...) o la toma de la Goleta (...) constituye una página tan gloriosa en la historia de Carlos V que no basta a compensarla -en la práctica la anuló- el desastre de la jornada contra Argel que debía haber sido su continuación y el golpe mortal asestado a la expansión del poder turco en la costa mediterránea de África. Jerez no podía estar ausente en un esfuerzo de tal magnitud y así aportó a la empresa, hombres, bastimentos y aun barcos y los historiadores locales que silencian otros episodios africanos de la historia de su ciudad natal, han dedicado largos aunque también farragosos capítulos en que se pierden en lo general, sin acertar a poner bien de relieve lo propio. La cooperación de Jerez a la armada de Túnez fue doble: a) económica proveyendo de vituallas en la cantidad y especies que previamente dejó señaladas el Marqués de Mondéjar, capitán general del reino y costas de Granada que corrió con el negocio y b) militar con copioso número de caballeros y hombres de guerra entre los que destacó el ya famoso corsario terror de los piratas berberiscos del atlántico Gonzalo Pérez de Gallegos".

Esa lealtad y apego a la corona que tuvo Jerez, fuera quien fuera su portador, volvió a producirse casi dos siglos más tarde cuando Felipe V, el primer Borbón, vio en los jerezanos unos aliados de su causa en el conflicto sucesorio. Tanto en la llegada de los Austrias como en la de los Borbones, nuestra ciudad fue fiel al poder establecido por las nuevas familias monárquicas. 

Y si ya hemos hablado  del protagonismo de Jerez en el Imperio de Carlos V en el Viejo Mundo, ¿qué decir de su papel en el descubrimiento y conquista del Nuevo Mundo? La Modernidad se caracteriza por la apertura a los nuevos descubrimientos tanto geográficos como humanísticos. El hinterland jerezano es uno de los trampolines de esa conquista de las Indias Occidentales. Jerez es también la frontera de los ‘nuevos mundos’. En las primeras jornadas sobre Historia de Jerez, el médico e historiador José Rodríguez Carrión habló sobre ‘Jerez en los albores del Descubrimiento’. Nos dice este investigador que desde el primer viaje colombino marcharon jerezanos en las naves, como era el caso del mercedario Juan Infante, y  a este precursor en la evangelización de las nuevas tierras siguieron otros jerezanos en el ministerio apostólico: Antonio Rendón y Sarmiento, Fr. Agustín de Espínola, Domingo de Hinojosa, Antonio de Hinojosa, Francisco de Pina Celi, Fernando de Sierra, Francisco de Vera Villavicencio, Francisco del Corral, Juan de Salazar, Gregorio de Santiago, Tomás de Argumedo, Luis Rodríguez de Torres, Juan de Solórzano o Tomás de Ocón. Sin embargo, la aportación más importante de nuestra ciudad en esta carrera de Indias fue el abastecimiento de suministros desde los primeros viajes. No olvidemos tampoco que Jerez es antesala de los puertos desde los que se da el salto a América, y que Jerez era tierra de caballeros y guerreros, de modo que desde el primer cuarto del siglo XVI también lo será de militares, conquistadores y colonizadores: Martín López Osorio, Gonzalo Mejía, Francisco de Morla, el renombrado Álvar Núñez Cabeza de Vaca, Martín Hernández, Diego Ramírez, Juan de Vera, Ana Rodríguez, Joan de Xerez, Joan López Patiño, Pedro Díaz de Vargas, Francisco de Miraval, Pedro de Fuentes o Álvaro Gutiérrez. 

Por su parte, el profesor gaditano Manuel Bustos Rodríguez nos refiere el ‘impacto del Descubrimiento’ en nuestra ciudad con estas líneas:

“Hoy nadie duda que Jerez de la Frontera fue una de las grandes ciudades de la época moderna (...). Jerez, plenamente incorporada por su posición geográfica entre Sevilla y Cádiz al afortunado territorio andaluz, protagonista esencial en el Descubrimiento, experimentará su impacto en la propia carne (...). Mano de obra abundante, mercados importantes abiertos, proteccionismo comercial y dinero frecuente, parecen ser los ingredientes necesarios para el cambio, que la zona jerezana, sin duda, tuvo”.

Este era el Jerez del Imperio, el de los Austrias Mayores y el de los Menores, y el de los primeros Borbones. Y como epílogo he aquí  la descripción  que el viajero prerromántico Antonio Conca en 1790 hace de nuestra ciudad (y sobre el que tenemos un buen artículo de Ramón Clavijo en Revista de Historia de Jerez, 1, 1992, pp.21-28: ‘Antonio Conca y su viaje a Jerez en 1790’): 

“Desde Utrera hasta una legua antes de llegar a Xerez, poco o nada se presenta digno de consideración. En este lugar precisamente comienza a observarse mayor profundidad y magnificencia en el nuevo camino público, el cual llega a ser sumamente ameno y deleitoso conforme va acercándose a la ciudad. Por uno y otro lado hay bancos y verjas de madera coloreados entre pilares de fábricas, bellísimas avenidas  de palmeras, de naranjas y otros árboles que se crían solamente en climas suaves y templados. Todo está dispuesto a guisa de una galería y los campos dependientes parecen otros tantos variados jardines”. 

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