Crítica de Cine cine

Control de frontera

600 millas

Thriller, México, 2015, 83 min. Dirección: Gabriel Ripstein. Guión: Gabriel Ripstein, Issa López. Fotografía: Alain Marchen. Intérpretes: Tim Roth, Kristyan Ferrer, Harrison Thomas, Noé Hernández, Armando Hernández, Mónica del Carmen.

Más allá de la circunstancia de ser el hijo del gran cineasta mejicano Arturo Ripstein y de la no menos estupenda guionista Paz Alicia Garciadiego, Gabriel Ripstein se desmarca con su debut tardío (44 años) de la tradición melodramática y buñuelesca del cine de sus padres para alinearse en la división del realismo minimalista y distanciado que suele funcionar bien hoy en las plataformas festivaleras.

600 millas, que representó a Méjico en la pasada edición de los Oscar y obtuvo reconocimiento en la última Berlinale, se mueve en ese territorio de la autenticidad antropológica controlada por el estilo y una puesta en escena observacional que sigue a sus personajes sin dar demasiadas explicaciones ni motivaciones de sus actos.

La cinta arranca de manera potente y cargada de tensión, siguiendo a un joven que visita un establecimiento de venta de armas en una localidad del Sur de los Estados Unidos. Ya desde esa primera secuencia, la cámara se sitúa a una distancia prudencial de sus personajes, en un terreno formal conocido y un espacio dramático igualmente reconocible, el del entorno de las mafias y grupos criminales organizados que se mueven a ambos lados de la frontera mejicana.

Aunque el foco narrativo del filme estará en el viaje de supervivencia de un joven mejicano (Kristyan Ferrer) y el policía (sobrio Tim Roth) que lo ha descubierto, un viaje marcado por una paulatina complicidad entre momentos de calma y rutina, estallidos de violencia y huidas que Ripstein filma con una misma neutralidad, manteniéndose firme ante un material dramático que arrincona cada vez a sus criaturas en un callejón sin salida.

Y es ése tal vez el principal mérito de este debut, esa contención aséptica y fría ante la escalada de muerte y violencia, dejando espacio al espectador para que, en última instancia, sea él mismo quien ate cabos, complete huecos y construya su propia mirada moral sobre ese universo y sobre las relaciones de poder entre Estados Unidos y México.

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