Cultura

Demasiado para Reitman

  • La película peca de desperdiciar una gran intérprete en una historieta supuestamente dramática, intensa y desgarrada

Drama, EEUU, 2012, 85 min. Dirección y guión: Jason Reitman (guión inspirado en la novela Labor Day, de Joyce Maynard). Fotografía: Eric Steelberg. Música: Rolfe Kent. Intérpretes: Tobey Maguire, Josh Brolin, Kate Winslet, Clark Gregg, Gattlin Griffith, James Van Der Beek, Maika Monroe. Cines: Bahía de Cádiz, Bahía Mar (El Puerto), Yelmo (Jerez), Cinesa Los Barrios.

La cosa no es tan grave como en Dallas Buyers Club, porque esta película es en todos los sentidos mucho más pequeña; pero Una vida en tres días peca, en este caso venialmente, del mismo defecto: desperdiciar una gran intérprete en una historieta supuestamente dramática, intensa y desgarrada que no pasa de ser un mediano entretenimiento sobrado de pretensiones no cumplidas. En este caso la gran interpretación desperdiciada es la de Kate Winslet, una actriz que excede el tamaño de esta película y supera el talento de su realizador. Jason Reitman es un pseudo indie (lo que ya es el colmo de lo falso, dado que indie no deja de ser una etiqueta para vender lo comercial como si no lo fuera) que alcanzó la notoriedad con Juno y Up in the air. Ambas tenían un aire de comedia con pespunteado dramático o concienciado que por lo menos las libraba de la carga de aspirar al Gran Drama. Perdiendo esta útil cautela en Una vida en tres días Reitman se ha tirado de cabeza al dramón, a la tragedia, a la intensidad emocional llevada al límite... Y se estrella porque la piscina está vacía de talento dramático.

En Juno, sobre todo, el tono agridulce de comedia lo arreglaba todo como una buena salsa puede salvar un plato insulso. En Up in the air se evidenciaron más sus limitaciones al trenzar la tragedia de los despidos con la comedia del romance entre Clooney y Vera Farmiga. En Una vida en tres días no hay salsa que valga y las limitaciones intuidas en la anterior Up in the air se evidencian. El dramón del extraño que irrumpe en la casa y las vidas de quienes pasan rápidamente de desconocidos, amigos o vecinos a víctimas -o cómplices, que las relaciones humanas son muy complejas- ha tenido tantas versiones a lo largo de la historia del cine que exige variaciones inteligentes y un tratamiento original que evite el bostezo ante lo ya visto. En este caso faltan los dos ingredientes y la historia de una madre y un hijo que cuando están intentando rehacer sus vidas se encuentran con el regalito de la invasión del extraño no logra crear ni tensión, ni suspense, ni conmoción.

Queda la presencia siempre interesante de la gran Kate Winslet, una muy buena interpretación del adolescente Gattlin Griffith que Clint Eastwood descubrió cuando aún era niño en El intercambio (y, mira por dónde, algo de su Un mundo perfecto hay en esta película) y una correcta presencia perturbadora de Josh Brolin. A Tobey Maguire aún no se le ha quitado la cara de estupefacción de Peter Parker cuando no es Spiderman.

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