Cultura

Diego Ventura reaparece en Valencia y torea esta noche en la de rejones de El Puerto

Una oreja, el único trofeo de la tarde, para Diego Ventura que reaparecía en el festejo de cierre de la feria de Julio de Valencia tras su lesión, y que toreará esta noche en El Puerto.

El rejoneo o arte de lidiar toros a caballo no está en su mejor momento, y no precisamente por falta de figuras. El rejoneo está devaluado por un doble error de conceptos en el público, que cada vez tiene menos en cuenta lo que es la lidia, y tampoco sabe apreciar el arte.

El rejoneo se está convirtiendo en un espectáculo histriónico de carreras alocadas, topetazos y mucho saludo. Diego Ventura es el mejor especialista del sucedáneo de esta especialidad torera. Mal asunto de cara al futuro. Es como si del toreo de a pié se cantaran más los trapazos que los muletazos hondos y templados.

Un sobrio y templado Fermín Bohórquez, en el primer toro de la tarde, se ajustó a las normas del clasicismo, reuniéndose en los medios para clavar arriba y al estribo. Solamente tuvo que repetir el par a dos manos, con una sola banderilla en el primer intento. Quizás el hecho de abrir plaza, quizás esa misma sobriedad o falta de concesiones, hicieron que la faena no llegara lo suficiente.

El cuarto fue toro remiso y violento a la vez, siempre a la espera, amagando mucho, de cerca no quería saber nada pero en la distancia larga pegaba unos tremendos arreones. Como si estuviera reparado de la vista. Fermín Bohórquez estuvo tenaz en la brega, sin perder su elegante compostura ni en las peores oleadas. Y al final se salió el rejoneador con la suya, clavando todo lo que se había propuesto. Pero nada eficaz al matar.

Andy Cartagena, entre las dos orillas, de la espectacularidad en los preparativos a la pureza en la ejecución. En su caso los efectos especiales fueron medidos y oportunos, destacando en los violines y largos galopes de costadillo. También atacó de frente y en corto con mucha torería, dejando todos los hierros arriba. En los dos de su lote perdió los trofeos en la suerte suprema.

Ventura hizo un rejoneo acrobático y distinto como el nombre de uno de sus caballos que atacó en banderillas con mucho valor, en verdaderos encuentros de poder a poder al retroceder mientras aguantaba lo indecible conforme se le echaba el toro encima, para terminar quebrando en un espacio inverosímil. Ahí, chapeau, pues burló la embestida y clavó la banderilla con suma limpieza. Perfecta innovación.

Pero lo demás fue una sucesión de piruetas tropezadas, y la burda escena de un caballo llamado Morante queriendo morder al toro. Esta vez estuvo a punto de pagar cara tan irreverente osadía, a punto de salir por los aires en el marrullero cuerpo a cuerpo entre las dos bestias.

Diego Ventura cortó la única oreja de la arde por matar bien a su primero. En el sexto estuvo torpón con el rejón de muerte.

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