Cultura

Entrega y oficio pero poco duende

  • Manuel Moneo emergió en la Reunión del Cante de Cádiz y los Puertos

La Reunión del Cante de Cádiz y los Puertos se desarrolló de manera maratoniana en el Teatro Pedro Muñoz Seca, lleno hasta la bandera. Durante casi cuatro horas, los artistas fueron desfilando por el escenario, unos con más profesionalidad y otros que se limitaron a completar el expediente. A Aroa Cala le tocó romper el hielo. Hizo el más difícil todavía al empezar por martinetes. Sobrada de fuerza, Aroa, a la que se le vio nerviosa durante los primeros instantes, continuó cantando por tangos. Su afán por agradar le hizo prodigarse en exceso en algunos palos, pero supo manejarse bien y con su potente voz se metió al público en el bolsillo. Un fandango de Huelva a capela le sirvió para llevarse una atronadora ovación.

La mayor de las hermanas Cala había caldeado el ambiente y aunque muchos esperaban con ansiedad a Manuel de los Ríos, el cantaor defraudó. Su gesto de quitarse la chaqueta nada más salir delató su falta de tablas o excesiva tensión. No estuvo a la altura, entre otras cosas porque no se entendió con su guitarrista Isaac Moreno, que evidenció demasiada inseguridad. Manuel se entregó al máximo y sólo apuntó destellos aislados con ese torrente tan gitano que posee. Todo lo contrario ocurrió con Chano Lobato, que compareció bastante mermado de facultades. Tras ser acompañado por Rancapino hasta la silla, el gaditano, con menos voz que de costumbre, en sólo dos letras enganchó al respetable. Bien arropado por la guitarra de Fernando Moreno, demostró que rebosa salero y control de la situación. Tuvo tiempo hasta de marcarse una 'pataíta' y cerrar su actuación a lo grande.

Tras un descanso, Nazaret Cala irrumpió con fuerza. La cantaora tiene madera y sabe llevar el cante donde quiere. Lo hizo con el romance del Negro de El Puerto, y lo confirmó con el acento claramente 'mairenero' y con un amplio abanico de recursos que utilizó para ejecutar bulerías por soleá. Pero quizás donde más se gustó fue en las alegrías. Su cante llega y su meloso timbre envuelve. Por seguiriyas y bulerías, con las palmas de Luis y Ali de la Tota, puso fin a su actuación de forma brillante. A la una de la mañana salió Rancapino. Pese a las tres horas de cante algunos esperaban que el duende emergiera. Sin lugar a dudas, no fue con el chiclanero que se limitó a cumplir el guión. Profesional, ofreció lo mejor de sí, malagueñas, alegrías, fandangos y bulerías con sus clásicas letras por cuplé, pero apenas transmitió. En alguna ocasión no pudo rematar el tercio con solvencia pues se le notó algo rozado de voz.

"Vamos a tener que pedir una pizza". Con estas afirmaciones se presentó Manuel Moneo. Estaba decidido a acabar con el cuadro y desde el primer momento sentó cátedra. Su voz añeja y transmisora del flamenco más puro caló de inmediato en el público, que rápidamente conectó con el cantaor. Por soleá allanó el camino, para dejar la faena lista cantando por seguiriyas, quizás lo mejor de toda la noche. El jerezano se rebuscó y peleó con el cante en los fandangos personas, certificando su gran actuación por bulerías.

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