Crítica de Cine

Estupendo cine-tebeo sin complejos

La modelo y actriz israelí Gal Gagot protagoniza la adaptación de este cómic creado en 1941.

La modelo y actriz israelí Gal Gagot protagoniza la adaptación de este cómic creado en 1941.

Muchos superhéroes estadounidenses de tebeo son sustitutivos simplificados y comerciales de la mitología clásica y del universo religioso judeocristiano. Cierto ensayismo pedante ha elucubrado sobre ello exagerando hasta lo grotesco las posibilidades de la cultura popular de masas (así desde Para leer al Pato Donald de Dorfman y Mattelart hasta las sesudas tonterías que se escribieron sobre la relación entre Matrix, Platón y Descartes). A la propia heroína que hoy nos ocupa le han atizado el libro Wonder Woman. El feminismo como superpoder. Lo que sí es cierto, si nos dejamos de abusos interpretativos, es que la cultura popular de masas estadounidense ha creado sus propios mitos a través de los superhéroes y su propia épica a través del western, difundidos a través de la novela popular, el cómic, el serial radiofónico o televisivo y el cine.

Un caso de manual es el de Wonder Woman, personaje creado a finales de 1941 por William Moulton Marston para DC Comics. En ella se une la propaganda épico-bélica (el ataque a Pearl Harbor se produjo el 7 de diciembre de 1941) y la adaptación simplificada de la mitología clásica a la cultura popular de masas (Wonder Woman es la princesa Diana de la ciudad griega de Temiscira, escenario de los amores entre la amazona Antíope y Teseo durante el sitio de la ciudad por Hércules). En 1941 la amazona Diana reaparecía en el siglo XX como Wonder Woman para enfrentarse a las fuerzas del Eje a las que Estados Unidos acababa de declarar la guerra como una heroína positiva que lucha por la paz, la justicia y los derechos de las mujeres, lo que además la convertiría en un icono feminista.

Sin impostura trágica, es una de las más brillantes relecturas de un cómic vistas en mucho tiempo

Sus aventuras adaptan, simplifican y desarrollan temas inspirados en el legado clásico sin tener -ni pretenderlo- la grandeza trágica y la belleza poética de los grandes relatos de la antigüedad grecorromana. No por un déficit, sino por nacer de un contexto y una industria, y dirigirse a un público, que ni los exigen ni los permiten. Un tebeo es un tebeo. Y lo mejor de esta traslación al cine de Wonder Woman es que así lo han entendido sus productores, guionistas y directora. Tebeo cinematográfico sin complejos, y por lo tanto sin la habitual impostura de presentarse como un pesante relato trágico, es una de las más divertidas, ligeras y brillantes adaptaciones de un superhéroe vistas en mucho tiempo.

Está la inspiración mitológica, representada en un arranque soberbio. Está la lucha por la igualdad de las mujeres, representada por la heroína y las feministas inglesas de principios del siglo XX. Y está la Primera Guerra Mundial ocupando el lugar que en el nacimiento del personaje tuvo la Segunda, aunque aquí con mayor énfasis pacifista. Todo tomado como pretexto para aventuras fantásticas, bélicas y de espionaje, bromas, espectaculares efectos especiales (a los que le sobran ciertas virtuosas coreografías post-Matrix) y guiños -siempre simplificados- tanto a la cultura clásica o al feminismo como a la cultura popular de masas, el gran Edgar Rice Burroughs incluido.

Patty Jenkins, realizadora televisiva cuyo único crédito cinematográfico es haber dirigido hace 14 años aquella Monster que le sirvió en bandeja el Oscar a Charlice Theron, ha acertado en el tono ligero, bromista y hasta descarado con que enfoca el muy buen guión del productor y guionista Allan Heinberg, autor de guiones para tebeos de Marvel y DC Comics y para series televisivas que debuta con muy buen pie en cine, con quien también colaboran el director y productor Zack Snyder y el guionista Jason Fuchs encumbrado tras La La Land. Al igual que la producción ha acertado al encargar el diseño de producción a la fantasiosa Aline Bonetto, salida de la factoría Jean Pierre Jeunet y consagrada por Amelie, y al elegir a la explosiva y buena actriz israelí Gal Gadot como protagonista (que será para ella lo que Hace un millón de años fue para la otra mega star israelí Raquel Welch), secundada por un buen cómico-romántico Chris Pine y enfrentada a Danny Huston como un estupendo/terrible Ludendorff y a Elena Anaya -casi importada, máscara incluida, de La piel que habito- como la siniestra doctora de los gases venenosos. Estupenda y veraniega película-tebeo.

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