Cultura

Famélica legión

Dos horas y media es mucho peaje para tan poco trayecto. La segunda entrega de la saga juvenil basada en los best-seller de Suzanne Collins no sólo es, casi al pie de la letra, la misma película que su predecesora, sino que incide además en el mismo gran error de aquélla, a saber, se sigue tomando muy en serio su fantasía kitsch en clave de parábola sobre el futuro de la Humanidad como Nueva Roma mediática, hasta el punto en que resulta literalmente imposible entrar en su juego de metáforas baratas sobre el poder autocrático y el germen de la rebelión sin echarse unas carcajadas contra natura.

Con la estética y los procesos narrativos del videojuego como esquema para un viaje agotador y cansino con to be continued, ampulosa e hipertrofiada en su delirio de barroquismo sintético y hortera, Los juegos del hambre: en llamas emplea además una interminable hora y media larga en reclutar a los nuevos contendientes de su competición por la supervivencia, para ir al grano de su esencia espectacular de blockbuster prenavideño en una hora final de pruebas, persecuciones y lucha cuerpo a cuerpo vigiladas desde las alturas por un elenco adulto (Sutherland, Seymour Hoffman) que tal vez algún día se arrepienta de haber pagado las facturas con su aparición en la saga. O no.

Fantasía-aventuras, EEUU, 2013, 146 min. Dirección: Francis Lawrence. Guión: Michael Arndt, Simon Beaufoy. Fotografía: Jo Willems. Música: James Newton Howard. Intérpretes: Jennifer Lawrence, Josh Hutcherson, Liam Hemsworth, Philip Seymour Hoffman, Stanley Tucci, Woody Harrelson, Elizabeth Banks, Donald Sutherland.

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