Diario de las Artes

Feliz reencuentro

HACE ya unos años apareció en la escena artística jerezana un Ricardo Carrero del que poco sabíamos. Era hermano del Costus Juan, aquel miembro gaditano de una de las parejas artísticas que, a principios de los años 80, dieron frescura al dormido panorama artístico español. La pintura de Ricardo Carrero nos entusiasmó desde el primer momento; se trataba de una felicísima figuración que dejaba traslucir una realidad bellamente transmitida y con muchos registros plásticos y estéticos que emocionaban. Confiamos en este Carrero que manifestaba las mejores referencias de aquella pintura que tanta vida dio en los segmentos festivos de la Movida. Un pintor en quien creímos y que no nos defraudó. Después vino un periodo de reflexión y, de nuevo, vuelve a aparecer en este paisaje expositivo jerezano de no excesivo lustre. Nos alegramos de volver a tenerlo entre nosotros porque su pintura ofrece claridad, sensatez y frescura, mucha frescura.

La exposición nos vuelve a situar en los espacios creativos de un Ricardo Carrero que mantiene muchos de los esquemas pictóricos que tanto nos convencieron, ahora conjugados con una nueva realidad que nos parece, asimismo, atractiva y llena de entusiasmo figurativo. Una serie de espléndidos bodegones, manifiestos de ese ideario artístico que nos transporta a una feliz realidad, con esa esencialidad compositiva que caracteriza su pintura. Sandías, limones, pimientos sutilmente estructurados que organizan unos festivos bodegones llenos de exultante cromatismo y mínimos recursos compositivos. Junto a estas particularísimas naturalezas muertas, Ricardo Carrero nos presenta una colección de dibujos, de muy dispar naturaleza significativa y creación automática, con el autor dejándose llevar por la propia dinámica del trazo. Se trata de unas obras de muy pulcra estructuración con la línea dibujística elegante y segura, y dejando entrever una realidad dispar, con muchos planteamientos para ofertar una obra de carácter y emoción.

Al mismo tiempo, la muestra se cierra con varias obras en las que el autor se deja llevar por una especie de universo orgánico en el que una serie de elementos de difícil filiación crean una realidad mediata donde cualquier lectura puede ser posible.

Feliz reencuentro con la pintura de Ricardo Carrero, un pintor que debe estar en los circuitos porque ofrece una pintura personal alejada de los parecidos planteamientos que envuelve esta pintura, demasiado parecida entre sí.

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