Cultura

Grandes entre los grandes

  • Ismael Jordi, Jesús Méndez y Manuel Lombo redescubren la Navidad con una propuesta emotiva, seria y muy variada

Romper con los cánones preestablecidos no es tarea fácil en una sociedad en la que impera la desidia y donde a veces se desprestigia el producto de la casa para fijarse en algo, que ya sea mejor o peor, no responde a una calidad superior, sino más bien a una imposición o una moda. Por ello, la propuesta planteada por Ismael Jordi, Manuel Lombo y Jesús Méndez durante dos días en el Teatro Villamarta demuestra que la música de la tierra no tiene nada que envidiar a cualquier otra música del mundo y que puede aglutinar perfectamente tres estilos y tres formatos completamente opuestos sin perder consistencia.

Estamos pues ante el germen de un concierto de Navidad, un germen en estado embrionario pero que tiene una raíz más que sólida para llegar a ser en un futuro no muy lejano, un clásico en el calendario de estas fechas. Todo ello gracias al arrojo de sus productores (Paco López y Juan Pedro Aladro), a la personalidad de los artistas elegidos y sobre todo a la magnífica adaptación musical realizada que consiguió sacar el jugo suficiente al espectáculo para lograr que, pese a sus más de dos horas de duración, no aburriese a nadie.

A lo largo de todo ese tiempo, Ismael Jordi, Manuel Lombo y Jesús Méndez tienen la libertad suficiente para lucir en solitario y también para conjugar, en momentos puntuales, esas voces tan dispares que poseen hasta el punto de emocionar a un público entregado desde el principio hasta el final.

Una pandereta suena, un emblema de la Navidad, valió como carta de presentación de los tres artistas, que tras continuar, esta vez sólo con Lombo y Méndez, con el Villancico de las Estrellas Altas, aquel poema de Luis Rosales que David Beigbeder adaptó para la colección Así Canta Nuestra Tierra en Navidad, dio paso a la participación en solitario del primero.

Lombo se gana con facilidad al público, no solamente por su azucarada voz, sino también por su capacidad interpretativa, de principio a fin se mete en su papel y eso gusta. Además, dentro de la escala gradual de voces que conforman ¡Que suenen con alegría!, el sevillano sirve de eslabón entre la portentosa garganta de Ismael Jordi y el metal telúrico de Jesús Méndez. Es un pequeño tenor enmascarado en un rostro angelical y pueril que desprende pura personalidad encima del escenario. Así, encandiló a Villamarta con dos pedazos de cielo, uno, La Balada del Niño Jesús, ideal para su espesor de voz, y otro, La caravana de los Reyes, ambos pertenecientes a su repertorio habitual: Cante, incienso y mirra.

Dentro de la estructura programada para el espectáculo, los artistas van intercalando apariciones en solitario con duetos que rompen con cualquier monotonía. En el caso de Lombo e Ismael Jordi, ambos interpretaron un brillantísimo Adeste Fideles (que terminaron fundidos en un abrazo), quizás el mejor ejemplo para comprobar cómo voces y versiones tan distintas pueden darse la mano de una manera tan sutil. Fue el preludio para el tenor jerezano, excepcional durante toda la noche, tanto en villancicos de corte tradicional como el Tamborilero, como en sus coqueteos con la música del sur, como puso de manifiesto interpretando la Nana de Jerez que López y Aladro han rescatado del olvido, pues en su día, en las voces de Farina o Antonio Molina, fue una pieza codiciada. A su concurso contribuyó en gran medida el piano de María de los Ángeles Rubio, que recibió algún que otro "¡qué manos tienes, hija!", por parte del público.

La parte más castiza o más flamenca, como se le quiera llamar, la protagoniza Jesús Méndez. El joven cantaor, con la guitarra de Santiago Lara como respaldo (gran trabajo musical el realizado durante todo el espectáculo), emergió de entre bastidores modificando su registro en Al niño antes de nacer, que interpretó junto a Ismael Jordi. Acto seguido, se quitó el corsé y aventuró momentos grandiosos con el Villancico del Gloria; y con aquel Por el camino de Egipto, una obra del maestro Gallardo made in Méndez, pues la fuerza y la forma con la que lo interpretan La Paquera, La Chati y ahora Jesús es única.

El joven cantaor brilló también con Los Campanilleros, que amolda perfectamente a su garganta, y dedicó el villancico Diciembre, uno de los legados que nos dejó Fernandito Terremoto, al desaparecido artista.

De ahí al final, y aparte de los dos bises que pidió el público, y donde interpretaron el villancico que da nombre al montaje, me quedo con el Romance de los Peregrinitos, puesto que es el mejor patrón para saborear el trabajo de adaptación que ha habido detrás, ya que tanto Ismael como Lombo utilizaron la forma tradicional de Lorca, la que grabó tocándole el piano a La Argentinita, mientras que Jesús optó por el tradicional, aquel que Parrilla y compañía redescubrieron allá en 1982. Un colofón a una noche completa y cargada de sensaciones, a veces alegres, otras emotivas, pero sensaciones, que es lo que importa.

Música

¡Que suenen con alegría!

Intérpretes: Ismael Jordi, Manuel Lombo y Jesús Méndez. Piano: María de los Ángeles Rubio. Guitarra: Santiago Lara. Violín: Álvaro Ambrosio. Violonchelo: Juan Carlos Toribio. Percusión: Perico Navarro y Eduardo Aguirre. Lugar: Teatro Villamarta. Fecha: 6 de diciembre. Aforo: Lleno. 

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios