Cultura

Histórico acuerdoRico

Lectores sin remedio

HEMOS leído, con interés y satisfacción, el anuncio realizado hace unos días por el obispado de Jerez y Cajasol, de la firma de un convenio de colaboración para hacer accesible lo antes posible, los fondos documentales y bibliográficos de la Iglesia, actualmente depositados en el palacio Bertemati. Me referiré en las líneas que siguen exclusivamente a la tradicionalmente conocida como Biblioteca de la Catedral, quizás uno de los patrimonios menos conocidos por los jerezanos, pese a su importancia que excede, y mucho, las simples fronteras locales. Quizás sobre ese desconocimiento tenga mucho que ver por un lado, el que hablamos de libros, de libros antiguos para entendernos, y ya sería mucho pedir, habida cuenta de los índices de lectura, sensibilización hacía el patrimonio bibliográfico propio. La otra razón para explicar este desconocimiento sobre lo que atesora la ciudad, sea el que esta biblioteca de la que la Iglesia es titular, jamás ha estado, como en otras ciudades cercanas, abierta al uso público, al menos de una manera normalizada. Como pueden suponer, a la historia de esta biblioteca nos hemos referido, desde diversos medios, en otras ocasiones. Historia larga y muy interesante, que no podemos recorrer en estas breves líneas, pero de la que podemos decir, para poner en antecedentes al lector, que sus inicios los encontramos en la donación realizada por el Obispo de Sigüenza, el jerezano D. Juan Díaz de la Guerra, en 1793 a la Iglesia Colegial de Jerez. El 25 de enero de 1869 el Ayuntamiento, en nombre del Estado, se incautaría de este importante material bibliográfico que servirá en parte, en 1873, para inaugurar otra biblioteca, esta vez pública, la Biblioteca Municipal de Jerez. Precisamente en esta inauguración a la que nos referimos, se produjo una curiosa anécdota, protagonizada por el redactor de "El Porvenir", y luego afamado escritor, Luis Coloma, cuando manifestó en público, en el momento de descubrir la lápida colocada en la biblioteca con motivo de su apertura, "su extrañeza al no ver escrito en la misma el nombre del Ilmo. Obispo de Sigüenza, D. Juan Díaz de la Guerra, cuya biblioteca servía de base a la que se había inaugurado". Anécdotas aparte, los libros serian devueltos, derribada la primera República española, un 14 de Agosto de 1875 al Cabildo Eclesiástico. A partir de ahí ese patrimonio solo ha sido conocido por sus conservadores y algunos privilegiados investigadores, hasta que un meritorio trabajo de la bibliotecaria María Rosa Toribio Ruiz, nos desvelaba hace unos años el legado atesorado en la biblioteca de la Colegial y, sobre todo, su numerosa colección de incunables. Por todo lo dicho, y volviendo al inicio de estas líneas, creemos que el acuerdo firmado por el Obispo de Jerez Monseñor del Rio y el presidente de Cajasol Antonio Pulido, que permitirá la accesibilidad a los fondos de la biblioteca, será la mejor noticia cultural surgida en esta ciudad en mucho tiempo. Ramón Clavijo Provencio.

¿Quiere usted hacerse rico con poco esfuerzo? "¡Joé! - que diría el amigo de Rguez. Carrión (por cierto, ¡enhorabuena!)- ¡Vaya preguntita con la que tenemos encima!". Pues yo le voy a dar la receta mágica sin caer en la burda solución de los juegos de azar. ¡Escriba un libro de nutrición, dietética, alimentación o como c. se le denomine al género! ¿Difícil? ¡Por favor! ¡Qué poca confianza en sus posibilidades! Atento al procedimiento: se busca usted una fruta o una hortaliza y cante usted las excelencias dietéticas y nutritivas de la susodicha; añada algunas recetas y formas de comérsela, adóbelas con cierta dificultad: a las tres de la mañana, porque el cuerpo está en proceso de reactivación; o acompáñela con otros productos cuya ingesta puede resultar cuando menos extraña: con tres dientes de ajo o con un caldito de berenjenas; abra en su libro un capítulo sobre la mala alimentación, exponga usted las tres obviedades sobre las carnes rojas y el chicharrón ibérico, las grasas trans y el colesterol, que asusta mucho, y ya tiene usted su best-seller, y hasta con un poquito de suerte se termina por convertir en lo que ahora se da en llamar "el nuevo gurú de la alimentación sana". ¿Difícil? ¡se subestima! ¿Que por qué no lo hago yo? Tiene sentido su pregunta, pero los que somos pobres de cuarta generación (y porque nuestra vista genealógica no alcanza a más), nos movemos mucho más sueltos en las estrecheces de los momentos de crisis y, la verdad, no sabríamos maniobrar en la opulencia; de acuerdo con la modestia, por no decir miseria, de los bienes de fortuna que a mi apellido han ido legando generaciones y generaciones de antepasados, yo me aplico la frase que le oí a Don Rafael Sánchez Saus, conocedor como nadie de los linajes jerezanos: "Cuando tu familia empezaba a ser algo, la mía ya llevaba muchos siglos que no era nada". Pero si a pesar de lo fácil que se lo he puesto, usted no confía en el método para salir del umbral de la pobreza en que lo va a dejar esta malhadada crisis, pero tiene tragaderas y el estómago más que agradecido, le propongo otro plan: hágase de un partido político. ¿Que de cuál? De cualquiera porque, apostillemos a Darío Fo: "Aquí no paga nadie, pero todos mangan".

José López Romero.

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