Cultura

Orwell

Lectores sin remedio

La edición que manejo de la insuperable novela 'Rebelión en la granja' de George Orwell (y lo de "insuperable" no es ninguna exageración, aunque estemos hablando del autor de '1984'), incluye en sus preliminares una especie de prólogo del propio escritor titulado 'La libertad de prensa' y, si me permiten decirlo, tan bueno es este pequeño ensayo como la narración que le sigue, es decir, "insuperable". Quien lea o haya leído ambos textos estará seguramente de acuerdo con lo que digo. En este prólogo, que permaneció ignorado hasta su descubrimiento en 1971, y que fue incorporado con posterioridad a las ediciones de la novela, Orwell denuncia la censura que se ejerce no sólo desde las alturas del poder político, sino desde las mismas fuentes de creación o información, de ahí que no solo afecte esta forma de autocensura al periodismo, sino al cine, al teatro, a la radio, etc., es decir, a toda manifestación que puede generar opinión. Es, en definitiva, lo que hoy llamamos 'lo políticamente correcto'. La ortodoxia de aquellos años de la posguerra mundial prohibía, según Orwell, cualquier crítica, del tipo que fuera, al régimen soviético, aunque se supiera y se tuviese plena constancia de los horrores de los gulags, de las limpiezas étnicas, de la indefensión de los ciudadanos ante la terrible tiranía de Stalin. Y así, el stalinismo campó por sus respetos con el silencio cómplice de todas las potencias que años antes se habían unido para destruir a otro depravado, Adolf Hitler. "Desde luego que era posible publicar libros antirrusos - explica Orwell- pero hacerlo equivalía a condenarse a ser ignorado por la mayoría de los periódicos importantes. Tanto pública como privadamente se vivía consciente de que aquello 'no debía' hacerse y, aunque se arguyera que lo que se decía era cierto, la respuesta era tildarlo de "inoportuno" y "al servicio de" intereses reaccionarios". Como digo, el prólogo no tiene desperdicio y, aunque escrito en unos años que nos parecen ya muy lejos de esta sociedad de la sacrosanta libertad de expresión, no ha perdido vigencia ni rabiosa actualidad. Y para no desmentirme ahí están los últimos acontecimientos producidos en los países árabes y las distintas reacciones de Occidente. Y sin salir de nuestro país, a nadie con dos dedos de frente se le escapa el modelo que los intelectuales progres han intentado inculcar a la ciudadanía a través de medios de comunicación asquerosamente serviles, y en esto me acojo a la definición que hace Orwell ya al final de su prólogo de la libertad: "Si la libertad significa algo, es el derecho de decirles a los demás lo que no quieren oír". No otra cosa han hecho a lo largo de los siglos los grandes escritores: ponernos por delante lo que nos negamos a ver, enfrentarnos con una realidad que nos negamos a asumir. Orwell y su 'Rebelión en la granja' nos ponen ante la verdad; otros, en cambio, quieren que nos creamos sus mentiras.

José López Romero

Manuel Fernández Álvarez. Cátedra, 1974.

Hace por estas fechas un poco más de un año que fallecía a los 88 años de edad el catedrático Manuel Fernández Álvarez. Toda una vida dedicada a la investigación y a la docencia de la Historia, que si ya tuvo en sus años de esplendor excelentes frutos, no desmerecen en calidad las obras que fue publicando en sus últimos años, porque el gran Fernández Álvarez había acumulado conocimiento y destreza para muchas más publicaciones. Su campo de investigación fue fundamentalmente el siglo XVI del que no dejó aspecto o figura importante sin tocar, y de ahí sus biografías de Carlos V, de Felipe II, de Juana la Loca, la princesa de Éboli, Cervantes, Isabel la Católica, etc., y, sobre todo, el corpus documental de Carlos V. 'La sociedad española del Renacimiento" es un libro que en el tono divulgativo que Fernández Álvarez dominaba como pocos, nos ofrece todas las claves de la época en la historia de España que Fernández Álvarez conocía como nadie. J.L.R.

Leonid Andréyed. El Acantilado, 2009.

Y como hoy va de homenajes a grandes historiadores de nuestro país, no podía olvidarme de un andaluz ilustre, Antonio Domínguez Ortiz. De vida más longeva aún que la de Fernández Álvarez, pues murió cuando contaba 93 años (1909-2003), pero igualmente dedicada a la investigación y la docencia, labores por las que obtuvo tantos premios y reconocimientos como su colega, tampoco le fue a la zaga en lo que a publicaciones se refiere. Quizá el último gran proyecto de este catedrático de Instituto, para prestigio de la enseñanza media y oprobio de la Universidad, que vio la luz fue esta historia de España que a pesar de hacer un repaso por los tres milenios que nos contemplan, es, se lo aseguro, lectura amena, donde el dato no es lo más importante sino la reflexión que nos hace de lo que fuimos y de lo que somos. Una reflexión que viniendo de quien viene es autoridad. Si se me permite, es lectura hasta de verano. J.L.R.

Juan Gabriel Vázquez. Alfaguara, 2011.

Galardonada con el Alfaguara de este año, el título de la novela de este escritor colombiano es una metáfora de la trágica y más reciente historia de su país. Quizás las motivaciones que inspiran la novela nos puedan parecer en un principio un poco distantes para el lector español. Luego, la intensidad y la pasión de la narración nos hará seguir sin pausa ese sincero intento del narrador por encontrar las claves de cómo Colombia se desangró en una guerra sin cuartel entre el narcotráfico y el estado. Una guerra que pasa ante los ojos del protagonista que, mientras hurga en su pasado, va paralelamente desvelándonos la historia truculenta de un país en el que parece derrumbarse todo. La novela se inicia de una manera extraña, con la captura de un hipopótamo, un simbolismo sobre la figura de Pablo Escobar el todopoderoso capo que sembró el terror en el Bogotá de los años ochenta del pasado siglo. R.C.P.

José María Guelbenzu. Destino, 2010.

En la ya larga y exitosa carrera de este autor, donde encontramos libros tan notables como 'El río de la Luna' o 'Tierra Prometida', comenzó a aparecer hace ahora casi una década la jueza Mariana de Marco. Guelbenzu nos la presentaba en la novela 'No acosen al asesino' y a partir de entonces, lo que en un principio pareció más una anécdota en la fructífera obra de este escritor, se convirtió en el inicio de una serie que desde la primera entrega cosechó el aplauso de los lectores. Tanto ha dado de sí aquella 'anécdota' que los libros protagonizados por Mariana de Marco son ya cinco y en cierta forma han empezado a oscurecer el resto de la obra literaria de Guelbenzu, algo que nos parecería injusto. En 'El hermano pequeño', la serie alcanza su madurez, tanto en los complejos perfiles que va tomando el personaje protagonista, como en la solidez de la historia, que en esta ocasión discurre por los oscuros pasajes que llevan hasta la resolución del asesinato de una joven. R.C.P.

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