Pretérito perfecto

Pedro Fernández de la Zarza, ese hombre (I)

 El descubrimiento de la figura de Pedro Fernández de la Zarza se debe al erudito local Manuel Esteve quien, siguiendo la noticia de Grandallana que advirtió la fecha de 1547(1), además alcanzó a ver sobre la misma bóveda de la capilla del Socorro, situada en el lado de la epístola de la iglesia jerezana de San Miguel, la inscripción completa: “Pero Fernández de la Zarza me feci. Año de 1547”(2). Aún así, es de justicia señalar que Fernández Formentani fue quien dio a conocer la primera noticia documental, al señalar cómo el maestro presentaba, en 1539, al consistorio jerezano la cuenta por haber realizado la nueva picota(3).

Fueron estas primeras referencias las que pusieron sobre la pista al historiador portuense Sancho de Sopranis quien, ya mediado el siglo XX, ofrecería nuevos hallazgos documentales y señalaría la relevancia que alcanzó este maestro, ostentando el cargo de alarife municipal, en el contexto de la arquitectura jerezana del siglo XVI(4). De hecho, y citando textualmente sus palabras, el autor nos ofrecía “una cronología sumaria y segura, aunque llena de lagunas”. 

Los trabajos posteriores no han supuesto nuevas aportaciones documentales y hemos tenido que esperar al fruto producido por nuestras investigaciones, dos tesis doctorales en el campo de la arquitectura del tardogótico en Jerez de la Frontera y el Puerto de Santa María respectivamente, para poder trazar una biografía lo más completa de la figura de este maestro cantero. 

En 1551, con motivo del interrogatorio que se enviaba a la Corte sobre el estado que presentaba la capilla mayor de la iglesia del monasterio jerezano de San Francisco, donde se encontraba enterrada la reina doña Blanca de Borbón, comparecía Pedro Fernández de la Zarza entre otros importantes maestros canteros, “e a las preguntas generales dixo que es de hedad de çinquenta e siete años”(5). Efectivamente, de la Zarza contaba con 57 años y se encontraba en plena madurez profesional por cuanto, como veremos, ya había realizado las obras más significativas, pero todavía hacia alarde de una enorme capacidad de trabajo, pues gozó de una gran longevidad inusual para la época.

El maestro cantero nacía en 1494, fecha en la que la Corona de Castilla comenzaba a conocer las tierras del Nuevo Mundo y, tras el segundo viaje de Colón, se fundaba la Isabela, primera villa al norte de la Española. Al poco se enviaba a una “brigada de obreros con acopia de ladrillos, cal y yeso”(6). Curiosamente, con algunos de los que trabajaron allende el Atlántico en la primera mitad del siglo XVI, el maestro tuvo estrechos vínculos.

 ¿Pero de dónde procedía Fernández de la Zarza? En este sentido, si volvemos al citado interrogatorio podemos reflexionar en torno al origen geográfico del maestro. En él afirmaba conocer el enterramiento de la reina doña Blanca “porque oyó decir a su abuelo Francisco Rodríguez, alarife que fue de esta ciudad, que lo sabía de su padre e de personas muy antiguas que lo tenyan por muy cierto”(7). 

Atendiendo a este testimonio deducimos que Pedro Fernández de la Zarza procedía de una dinastía jerezana dedicada al oficio durante generaciones. De hecho, el apellido Rodríguez forma parte de una saga de maestros vinculados a la Baja Andalucía durante el siglo XVI. Era no sólo un oficio aprendido y heredado de padres a hijos, sino una forma de hacerse fuertes frente a un mercado constructivo altamente competitivo. Frente a la inexistencia del gremio, la respuesta fueron los lazos de parentesco y vecindad en las cuadrillas. Se trata de una  auténtica “red social”, concepto procedente de la disciplina antropológica(8), que explica y da respuesta al fenómeno constructivo del quinientos castellano.

Estamos ante auténticos grupos organizados que trataban de defender sus intereses, tejidos por vínculos familiares que complican el estudio biográfico de la mayoría de estos profesionales. Al hilo de este asunto, encontramos mayor dificultad cuando asistimos al cambio de apellidos dentro de una misma saga, como esta que nos ocupa, dónde el maestro cantero, aún siendo nieto e hijo de un Rodríguez, no sólo se apellidaba como su madre, Fernández de la Zarza, sino que su segundo apellido (Anuncibay) parece tener procedencia vasca, al referirse a una pequeña población vizcaína. 

Esta “red social” a la que venimos aludiendo explicaría también una idea de colectividad en el sistema de trabajo. De hecho, pensamos que no por casualidad Fernández de la Zarza se hace cargo en 1527 de lo que parece ser su primera obra como maestro mayor, el puente de Cartuja en Jerez, en la que el vizcaíno Ortuño Jiménez de Bertendona había dado las trazas. El propio Ortuño Jiménez  en 1510 había sido enviado por el maestro mayor de la Catedral de Sevilla, Alonso Rodríguez (tío abuelo de Fernández de la Zarza) al Caribe a trazar las primeras iglesias de La Española(9). Quizás eso explique que cuando Jiménez firma el contrato de alquiler en Jerez, Pedro Fernández figure como testigo, ya que es muy probable que se hubiesen conocido en Sevilla, durante el proceso de aprendizaje del jerezano.

NOTAS

1.Grandallana y Zapata, L de: Noticia Histórico-artística de algunos de los principales monumentos de Jerez, Gautier Editor, Jerez, 1885.

2. Esteve Guerrero, M.: Jerez de la Frontera (Guía oficial de Arte). Jerez, 1933, p. 79.

3. Fernández Formentani, A: Costumbres y leyes de antaño, Imprenta de Guadalete, Jerez, 1890, p. 182.

4. Sancho de Sopranis, H.: “La arquitectura jerezana en el siglo XVI”, en Archivo Hispalense, nº 123. Sevilla, 1963, p. 37 y ss.

5. Archivo Histórico General de Simancas. Cámara de Castilla. Leg. 320. doc. nº.46.

6. Sobre los primeros constructores castellanos en el Caribe véase Alonso Ruiz, B.: “Mezclar el mundo. Los primeros constructores castellanos en el Caribe”, en Arte y Mecenazgo Indiano: Del Cantábrico al Caribe. Gijón, 2007, pp. 89-104.

7. Archivo Histórico General de Simancas. Cámara de Castilla. Leg. 320. doc. nº.46.

8. Aplicado al fenómeno canteril en Aramburu-Zabala, M.A; Losada Varea, C y Gagijas Aberasturi, A: Los canteros de Cantabria. Santander, 2005, p.33.

9. Muro Orejón, A.: “Alonso Rodríguez primer arquitecto de las Indias”, en Arte en América y Filipinas. Universidad de Sevilla. Sevilla, 1936, tomo I, pp.76-88.

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