Cultura

Poderoso drama, soberbio espectáculo interpretativo

Drama, EEUU, 2011, 150 min. Dirección: Kenneth Lonergan. Guión: K. L. Intérpretes: Anna Paquin, Matt Damon, Mark Ruffalo, J. Smith-Cameron, Matthew Broderick, Jean Reno, Kieran Culkin, Allison Janney, Olivia Thirlby. Música: Nico Muhly. Fotografía: Ryszard Lenczewski. Cine: Bahía Mar.

Esta película, que fue coproducida por Sidney Pollack y ha sido escrita y dirigida por el prestigioso dramaturgo (This is Our Youth), guionista (Gangs of New York) y realizador (Puedes contar conmigo) Kenneth Lonergan, ha tardado siete años en poder estrenarse -y de forma muy restringida- en los Estados Unidos, mientras en España ha sido condenada a competir con Batman en un fin de semana de verano. Así están las cosas. Así está el cine.

Trata del conflicto entre educación (conocimientos y valores), carácter (sujeto) y realidad (mundo). El desencadenante es un trágico accidente provocado, en parte, por la protagonista adolescente y sus juegos con el conductor de un autobús urbano. El atropello y muerte de la víctima está filmado con extremada crudeza, no por afán morboso, sino para visualizar la magnitud de la culpa con la que habrá de cargar la joven protagonista y la incidencia que tendrá sobre su vida. La sangre, la agonía y la muerte tienen el peso que tienen. Lonergan les restituye ese peso que el peor cine sanguinario y banal -desde el gore a Tarantino- les han quitado. O lo que es lo mismo: la imagen vuelve a ser ética. Por decirlo con palabras de Antonio Machado: "Un golpe de ataúd en tierra es algo perfectamente serio".

Kenneth Lonergan deja claro en los primeros veinte minutos de película -el accidente- que la cosa va en serio. La vida normal ya no es posible. Las relaciones familiares no pueden ser las mismas. Lo que se enseña en el instituto ya no sirve. El frágil equilibrio emocional de esta adolescente ya no puede sustentarse. Es difícil quitarse la sangre de la víctima en la ducha. Pero imposible quitársela de la memoria. El peso de la sangre… Surgen las obsesiones relacionadas con la culpabilidad, la investigación policial del accidente, la tentación de evadir la propia responsabilidad culpando (hasta acosando) al conductor o la caída en una opuesta sensación de culpa, la huída en el olvido inducido. Mientras todo lo que constituía su vida -las relaciones familiares, el entorno del instituto, ella misma- se revela frágil frente a esta embestida.

Espléndidamente filmada, con un soberbio uso dramático de los paisajes urbanos y de recursos -cámara lenta, sustitución de los sonidos y las palabras por música- sumamente peligrosos en otras manos menos sabias y sensibles, esta película regala lo más deseado por los actores y más raro de verse hoy: personajes bien construidos, diálogos intensos y planos de larga duración para que sus interpretaciones se conviertan en un espectáculo a la vez emocionante y demoledor. Todos los intérpretes -entre los que destacan Mark Ruffalo, Allison Janey, Matt Damon, Matthew Broderick o Jean Reno- aprovechan esta oportunidad. Anna Paquin -ganadora del Oscar con once años por El piano- la exprime hasta obtener una interpretación antológica.

Estupenda banda sonora de Nico Muhly curiosamente basada en Recuerdos de la Alhambra de Tárrega.

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