Crítica de Cine

Poesía, furia y denuncia de un soberbio western australiano

Imagen de 'Sweet country', dirigida por Warwick Thornton.

Imagen de 'Sweet country', dirigida por Warwick Thornton. / d. s.

Western australiano. No cumple el requisito geográfico del género, porque se ambienta en la inmensa Australia interior; ni el temporal, porque los hechos (de inspiración real) se desarrollan en 1929. Pero los géneros tienen una adaptabilidad que permite estos trasvases. Se le puede llamar western por tratarse de una historia de muerte (un aborigen que trabaja para un granjero bondadoso es cedido a otro brutal al que mata en defensa propia) y de persecución (no puede esperar justicia de los blancos y huye con su mujer perseguido con vehemencia más racista que justiciera) a través de inmensos paisajes espectaculares y desolados (con cuya naturaleza se identifica como solo un nativo puede hacerlo). ¿Cuántos westerns hemos visto de denuncia racista en lo que un negro o un indio bien tratado cae en las manos de una mala bestia que abusa de una mujer (¿recuerdan la violación de la mujer india de Kirk Douglas en El último tren de Gun Hill?) y debe huir tras matarlo en legítima defensa siendo perseguido por una horda o un sheriff obseso? Y como todo termina en un juicio -y no les reviento nada al decirlo- los fordianos no podemos evitar recordar la cinta El sargento negro.

Warwick Thornton se dio a conocer en 2009 con Samsom & Delilah (2009), también una tragedia australiana con fuerte componente étnico, para después dedicarse a las películas colectivas de producción y equipo internacional (las no muy relevantes The Turning y Words with Gods) y documentales (la muy interesante The Darkside) para casi diez años después volver al cine de ficción centrado en cuestiones étnicas y conflictos racistas ambientados en Australia con esta muy buena película de acción y reflexión, de furia y lirismo paisajístico, elementos que el cine comercial no liga bien en estos tiempos. Esta es una película de autor y comercial, otros dos conceptos que últimamente no suelen ir de la mano, porque remite a una temática constante en el cine de Thornton con una vigorosa defensa de los aborígenes australianos y denuncia del racismo, porque tiene un estilo visual muy definido con un uso espléndido del encuadre y un grandioso sentido épico-trágico del paisaje que le da una gran belleza formal gracias a la dirección fotográfica de Dylan River y el propio Thornton, porque plantea un excelente estudio de personajes y porque, además, es espectacular, apasionante y muy entretenida sin que el inteligente y creativo montaje no lineal cree confusión. E, insisto, estos valores que hicieron la grandeza del cine comercial no se suelen dar hoy juntos. Se mereció el Premio Especial del Jurado en el Festival de Venecia de 2017.

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