críticas de cine

Potencia colateral

Thriller, EEUU, 2015, 133 min. Dirección: Michael Mann. Guión: Morgan Davis Foehl, Michael Mann. Fotografía: Stuart Dryburgh. Música: Atticus Ross. Intérpretes: Chris Hemsworth, Viola Davis, Ritchie Coster, Leehom Wang, Wei Tang, William Mapother, Manny Montana, Holt McCallany, Sara Finley, Aswad Ali, Sophia Santi, Jonny Beltran. Cines: Jerez-Telmo y El Puerto Bahíamar.

Un Michael Mann en temporada de cine de Oscar es como un oasis en el desierto, como un diamante entre el fango, más aún si, como es el caso, su película llega con poco ruido promocional y malas críticas tras su estreno americano, casi todas incidiendo en las mismas malas apreciaciones que suelen rodear siempre sus trabajos y que a nosotros más bien nos predisponen para lo mejor.

Y, sí, en efecto, Blackhat no es una película fácil ni mucho menos redonda, ya desde su portentoso arranque abstracto, virtual y cibernético, que nos anuncia un viaje vertiginoso hacia no se sabe bien dónde en el que la puesta en escena marca de la casa, más vibrante y sucia si cabe esta vez, el trato cada vez más crudo con el digital y una energía cinética, pura acción, a prueba de personajes y psicología, conducen a esta película hacia un viaje planetario (Estados Unidos, Hong Kong, Indonesia) sin centro ni anclajes, propulsado por el estilo, por un Mann capaz de lanzarse al vacío para mostrar la batalla contra las nuevas formas de ciberterrorismo contrarrestadas con sus propias armas.

Blackhat se sitúa no muy lejos de lo que cuenta el documental Citizenfour, de Laura Poitras, en un paisaje urbano bajo cuya superficie cableada se mueven realmente los hilos de la economía y la alta política a costa de toda privacidad, un paisaje de asfalto, hormigón, cuerpos en acción y rostros en primer plano que contrarresta el escaso atractivo de un protagonista, Chris Hemsworth, que Mann convierte en un mero señuelo, en pieza de su puzle en movimiento, para conducirnos por este nuevo planeta-virtual en el que, no obstante, los asuntos se siguen resolviendo a tiro limpio, en escenas de acción violenta seca y pura, con ese extremo realismo de los cuerpos que en Mann siempre fue determinante.

Blackhat recoge además muchísimos elementos de su trilogía digital precedente, gestos de guión, escenas de persecución y derribo, lugares, noches fantasmales y fugas del plano, en una síntesis en la que, inopinadamente, Enemigos públicos no es tanto un paréntesis entre Collateral, Miami Vice y esta película, como una pieza más de la que salen figuras, motivos, escenas e incluso ese inevitable subterfugio romántico que sirve siempre para anclar en los espectadores la deriva abierta del relato.

Coqueteando con la abstracción, desplazando permanentemente su centro narrativo, Blackhat dejará sin asideros de seguridad al espectador que espere un ciber-thriller convencional y tecnológico explicado y resuelto hasta el último detalle. Sin embargo, recompensa al espectador sin expectativas previas (aunque un Mann siempre suscita las mejores) con un trip alucinado, físico y sensorial, con una atmósfera de extrañeza y lirismo posmoderno que está al alcance de pocos cineastas de este tiempo.

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