Cultura

Refrito variado

El cine español de terror no sólo no se contenta con disimular su condición postiza e imitativa a partir de fórmulas y clichés de importación, sino que, más bien al contrario, y esta película, Eskalofrío, es un buenísimo ejemplo, parece sentirse orgulloso de exhibir su catálogo de referencias explícitas y guiños a otros modelos y títulos concretos de tan probada eficacia en la taquilla de las multisalas como de rápido olvido.

Es así que Eskalofrío, que pese a la k del título no va sobre la kale borroka o el movimiento okupa, se autoproclama heredera de múltiples tradiciones del cine de terror, de la licantropía al vampirismo, pasando por los bosques encantados, las jaurías humanas y los niños salvajes (¡Kaspar Hauser citado, nada más y nada menos, menudo sonrojo!), sin dejar de mirar de cerca a las hechuras, derivas y elementos narrativos (plagados de trucos y trampas) de fenómenos y hits recientes como Los otros, El orfanato o, incluso, El proyecto de la Bruja de Blair, Monstruoso y Rec, de la que esta película del desconcertado y desconcertante Isidro Ortiz (Fausto 5.0, Somne) toma prestados y con muy poca sustancia las texturas de la cámara de vídeo casero para darle al asunto un falseado e improbable aliento realista.

En definitiva, está claro y es meridiano que mucho entusiasmo y paciencia hay que echarle además a una historia rocambolesca y disparatada (¡escrita a cuatro manos!) de la que hasta la muchachada más entusiasta del multicines no duda en distanciarse a carcajadas a cada nueva vuelta de tuerca, y hay unas cuantas. Es lo que hay.

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