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Cultura

Regalado defiende a la generación Beat

  • El catedrático asegura que los 'beatniks' eran "más divertidos que la Generación del 27"

El catedrático emérito de la Universidad de Nueva York Antonio Regalado, que trató en EEUU a poetas del exilio español como Guillén y Salinas y fue amigo en Harvard y Yale de miembros de la Generación Beat, ha dicho a Efe que los "beatniks" eran «"más divertidos que los de la Generación del 27".

"Los beatniks eran mi generación; eran más temerarios, se arriesgaban más y llevaban una vida menos cómoda", indicó Antonio Regalado, establecido desde hace cuatro años en Estepona (Málaga), donde ha escrito su último libro, Leyendo a Baroja (Renacimiento), en el que reúne recuerdos de su vida y de la de su padre, el profesor republicano del mismo nombre.

Nacido en Madrid en 1932, especialista en Galdós, Unamuno y Calderón -esta semana ha dado en Madrid una lección magistral a los actores de la Compañía Nacional de Teatro Clásico para preparar la representación de "En la vida todo es verdad y todo es mentira"-, su otra devoción es Baroja, de ahí que en su último libro haya ido agrupando recuerdos al socaire de sus lecturas del escritor vasco.

"Baroja tiene lectores, la crítica no le hace mucho caso porque está en otra cosa, pero Baroja tiene lectores y sus libros se venden", ha señalado Regalado, quien en Leyendo a Baroja recuerda su servicio militar de un año y medio en el portaaviones Coral Sea, en 1956, año en que leyó las novelas de tema marítimo de Baroja cruzando el Cabo de Hornos sobre 46.000 toneladas de acero.

De los poetas de la Generación del 27 guarda grato recuerdo de Dámaso Alonso: "Me hice amigo suyo cuando estuvo de profesor visitante en Harvard porque él estaba allí solo, y yo tenía 19 años y le acompañaba a muchos lugares; escribió un poema sobre el río Carlos y me lo dio para que se lo mecanografiara, pero se lo perdí; enseguida lo reescribió" sin enojarse por el extravío.

De los beatniks hizo mucha amistad con Gregory Corso, quien se inició como poeta cumpliendo condena en la cárcel y junto a quien, como cuenta en Leyendo a Baroja, fue expulsado de la recepción de una elitista revista estudiantil de Harvard, no sin antes dar un brinco y agarrarse al asta de la empotrada testa de un rinoceronte disecado.

Corso cayó al suelo tras desprenderse el cuerno del animal, que resultó ser uno de los cazados por Roosevelt en el safari africano que sucedió a su segundo y último mandato como presidente del país. "Lo nuestro obedecía a un gusto por el anacronismo, la paradoja y el mundo al revés y sintonizaba más bien con el Surrealismo». Así describe Regalado su amistad con Corso en los 50, cuando ambos defendían en ámbitos universitarios que era el mono el que descendía del hombre, y no al revés.

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