Cultura

Semillas de la Andalucía moderna

  • Fran G. Matute compone en 'Días de viejo color' una breve historia oral del nacimiento y el desarrollo de una cultura pop con sello propio

Hay un caso, el del sevillano Nazario, padre del cómic underground español, que ilustra a la perfección el espíritu de Días de viejo color. Testimonios de una Andalucía pop (1956-1991), el libro que Fran G. Matute acaba de publicar con el Centro de Estudios Andaluces. Nazario leyó por primera vez la revista MAD, mítica aunque esto él entonces no lo sabía, gracias a un quiosquero de Triana; a éste le había regalado ese número un trabajador español de la base de Morón, que la había encontrado tirada por ahí y al ver que estaba en inglés la regaló sin más. Al futuro historietista y pintor, que venía de iniciarse como guitarra en el círculo de Diego del Gastor y de conocer el LSD en las fiestas flamencas que se montaban ex profeso en Morón para los americanos, aquel simple cómic le voló la cabeza. Le cambió la vida. Le descubrió otro modo de dibujar y contar. Y el resto, como suele decirse, es historia.

Matute, crítico literario, estudioso de la música popular y gestor cultural, se acerca a esos momentos y factores fundacionales en Andalucía de la cultura pop, entendida ésta como expresión de modernidad y ligada a todo tipo de manifestaciones, desde la música a la pintura, desde el teatro a la arquitectura, desde el cine a la literatura, sin asumir esa desfasada pero obstinada distinción entre cultura alta y popular, poniendo en pie de igualdad aquellos impulsos de ruptura creativa ya se encarnaran "en un cuadro del Equipo 57, en un fanzine o en la creación de una banda de rock".

Esto lo hace dejando hablar a sus protagonistas, a través de una amplia serie de entrevistas que conforman una suerte de urgente historia oral de los albores y el desarrollo de la modernidad andaluza, a la manera de Por favor, mátame, la memorable y referencial historia urgente del punk que firmaron Legs McNeil y Gillian McCain. "Siempre tuve claro que quería seguir ese modelo, porque una misma cosa contada por muchas voces dejaba espacio para las contradicciones, que revelan también ángulos interesantes, y me permitía además huir del tono académico y recoger las perspectivas particulares de cada zona y de cada tema", explica. Matute primero acota la época -35 años: desde enero de 1956, cuando empezó a publicarse la revista Afal impulsada por la Asociación Fotográfica Almeriense que creó Carlos Pérez Siquier; hasta 1991, en los prolegómenos de la Expo '92, que institucionalizó todas esas expresiones de modernidad y las "uniformó, para mal"- y acto seguido localiza lo que él llama "las válvulas de escape" que permitieron semejante florecimiento en aquella "Andalucía rural y atrasada y en el contexto, además, del franquismo". Son cinco las grandes áreas de influencia y contaminación que establece, las que permitieron en mayor medida a quienes vivían cerca "asomarse a otros mundos y empaparse de ellos": la Costa del Sol, Gibraltar, las bases de Rota y Morón de la Frontera y la Almería que acogió las primeras producciones de Hollywood en España.

"Empezaron a pasar muchas cosas en paralelo y esa diversidad en sí misma es lo que llama la atención", dice Matute, que sólo encuentra dos puntos comunes a tan diverso panorama creativo. En primer lugar -"pero sin ningún ánimo chovinista", recalca-, la constatación de que desde mediados de los 50 los grandes movimientos culturales nacionales partieron de Andalucía o bien tuvieron una fuerte impronta andaluza. "Pensemos en la Nueva Figuración madrileña, el grupo de artistas que aportó a la Movida su dimensión plástica. Nueve eran andaluces, entre ellos Chema Cobo, Guillermo Pérez Villalta y Luis Gordillo. O el underground barcelonés, que nace en torno a dos personas: Nazario y Ocaña. O Smash, dentro del rock; reventaron aquí en Sevilla el teatro San Fernando y ya se largaron a Madrid, pero aunque trabajaran allí la música no podía ser más andaluza. O Jorge Rueda, un tío de Almería, que se va también allí, funda la revista Nueva Lente y se convierte en maestro de gente como García-Alix y Ouka Leele", dice para ilustrar esta afirmación, acompañada de un reverso que es el segundo punto en común, éste ya nada digno de celebrarse: "Sí, la gran mayoría tuvo que irse fuera a formarse o a seguir trabajando. Aquí no había infraestrutura, no se sabía qué hacer con toda esa gente, ni luego se supo capitalizar ese patrimonio".

Son muchas las voces que explican o encarnan personalmente todo esto en el libro: los citados Nazario, Pérez Villalta, Gordillo y Pérez Siquier, Juan Serrano (Equipo 57), Gualberto García (Smash), Gonzalo García-Pelayo, José Ignacio Lapido, Miky Mata (impulsor de aquella Cita en Sevilla de recuerdo hoy casi utópico)... Imposible citar a todo el coro que conforma un conjunto lleno de hilos, pistas e historias en las que sumergirse y profundizar. "Yo diría que los que hicieron algo único, autóctono, algo que antes verdaderamente no existía, fueron Smash -sostiene el autor-. Lo demás, y por eso se titula el libro Días de viejo color, fueron asimilaciones, versiones de una modernidad externa, ya fuera la pintura pop, la fotografía surrealista, lo que fuera, algo que se hacía ya en otros sitios y luego se difundió aquí. Y sin embargo lo interesante es que de esa mezcla de distintas formas de expresión con la cultura andaluza salieron cosas a lo mejor no exactamente originales o novedosas, pero sí diferentes, ajenas a los clichés, con vida, auténticas".

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