Cultura

Sevilla presta sus 'velázquez' al Grand Palais de París

  • La Catedral, el Bellas Artes, el Ayuntamiento, Focus, la Universidad y la iglesia de la Consolación de El Pedroso aportan obras a la gran retrospectiva que la capital francesa inaugura el 25 de marzo

El Grand Palais de París estrena el 25 de marzo la exposición de pintura antigua más importante del año en Francia: Diego Velázquez, dedicada al artista cuya maestría sólo pueden disputarle, si cabe, nombres como Leonardo, Caravaggio, Rembrandt, Miguel Ángel, Rafael y Tiziano. La muestra, coproducida por el Grand Palais y el Louvre con la colaboración del Kunsthistorisches de Viena, que hasta el 15 de febrero mostró una versión reducida del proyecto, acercará un panorama completo de la obra del pintor desde sus inicios en Sevilla, donde nació en 1599, hasta sus últimos años, además de una sección dedicada a la influencia que ejerció en sus contemporáneos.

El comisario de la muestra, Guillaume Kientz, conservador del departamento de pintura del Museo del Louvre, era consciente de la dificultad de organizar una antológica de un autor que, a la rareza de sus cuadros, poco más de un centenar, une el hecho de la concentración en el Prado de buena parte de sus obras maestras, un museo que tiene limitado el número de préstamos de obras de Velázquez y bloqueada la salida de las grandes telas que, como Las Meninas, identifican su colección permanente.

Sin embargo, la reunión que Kientz ha logrado para esta cita que se clausurará el 13 de julio incluye préstamos velazqueños totalmente excepcionales como La fragua de Vulcano, del Prado, la Venus del espejo que atesora la National Gallery de Londres y el Retrato de Inocencio X, joya de la Galería Doria Pamphili de Roma muy apreciada por Francis Bacon, que la recreó en varias de sus más célebres composiciones.

Desde la ciudad natal del genio la colaboración está siendo muy notable. Sevilla estará presente en la muestra del Grand Palais con nueve obras aportadas por diversas instituciones, públicas y privadas; coleccionistas que además contribuirán a acercar al gran público el papel que, tras años de mutismo e indiferencia, Sevilla ha recobrado en los estudios sobre Velázquez e incluso en la ampliación de su catálogo razonado. Así ocurrirá, por ejemplo, con la presentación en París, tras haberse disfrutado en Viena, de Santa Rufina y la Inmaculada, dos significativas obras que presta Focus-Abengoa; o con La educación de la Virgen de la Universidad de Yale, lienzo protagonista de un seminario internacional celebrado el año pasado en Sevilla que arrojó numerosos datos sobre la primera etapa del pintor y también dudas sobre la autoría del cuadro, que se exhibirá en el Grand Palais con una cartela que reza "pintura atribuida a Diego Velázquez".

La participación sevillana se concentra, como no podía ser de otro modo, en la sección titulada Los años de formación con la que se abre la muestra. Dedicada a los inicios pictóricos de Velázquez desde edad temprana en el taller de Francisco Pacheco, letrado, influyente pintor y su futuro suegro, este primer ámbito de la muestra ilustra cómo se impuso su talento en la ciudad hasta el punto de que su maestro le animara a probar suerte en la corte de Madrid.

El Grand Palais, para contextualizar esta etapa, ha solicitado a Sevilla no sólo las escasas obras del artista que atesora su ciudad natal -la mayoría, por cierto, incorporadas en los últimos años mediante depósito del Prado, adquisición o nueva atribución- sino también trabajos que muestran el ambiente en el que se formó el joven Velázquez. Así ocurre con la talla que cede la Iglesia de Nuestra Señora de la Consolación de El Pedroso: una Inmaculada Concepción de Martínez Montañés que ilustrará el trabajo en los talleres de policromía de la época, donde los pintores recreaban los efectos de luz en las figuras y en los paños de sus vestidos, una labor que Velázquez asumió en ocasiones por encargo de Pacheco, aunque no precisamente en esta obra.

La Catedral de Sevilla contribuye a ejemplificar la producción del taller de su suegro con la Inmaculada Concepción de Miguel Cid, pintada por Francisco Pacheco, que recurre a la ortodoxia para exhibir sus cualidades como retratista y poner en valor el compromiso de Miguel Cid en la promoción y defensa del culto a la Inmaculada.

La Inmaculada Concepción que cede Focus-Abengoa es de reciente atribución a Velázquez, por cuanto se venía defendiendo que, por sus afinidades escultóricas, era obra de Alonso Cano. La rigidez de su figura femenina contrasta con la vivacidad de la modelo de la Inmaculada Concepción que cede a París la National Gallery de Londres, una de las mejores obras del período inicial del artista y exponente de la influencia del naturalismo en su producción.

También ligada a la promoción del dogma de la Inmaculada Concepción estaba la Imposición de la Casulla a San Ildefonso, obra propiedad del Ayuntamiento de Sevilla -durante años estuvo custodiada en el Palacio Arzobispal, que la entregó al Bellas Artes- y depositada ahora en el Centro Velázquez de la Fundación Focus-Abengoa.

El Museo de Bellas Artes de Sevilla apoya el proyecto expositivo del Grand Palais con tres obras de importancia capital en sus fondos, aunque sólo una firmada por Velázquez: la Cabeza de apóstol, considerada un fragmento de una serie hoy dispersa cuyo estilo evoca el naturalismo de Ribera. Esta obra pertenece al Museo del Prado, que la tiene depositada en el Bellas Artes de Sevilla. La pinacoteca que dirige Valme Muñoz aporta además dos obras que contextualizarán los inicios del autor de Las Meninas: San Francisco de Borja, el lienzo pintado por Alonso Cano con motivo de la beatificación, y La educación de la Virgen de Juan de Roelas, que según los datos del simposio internacional dirigido en 2014 por el profesor Benito Navarrete habría servido de modelo e inspiración a La educación de la Virgen de la Universidad de Yale. Esta obra mutilada, aunque se inspira en el lienzo homónimo de Juan de Roelas, no representa a la Virgen en el trámite de aprender a leer sino interpelando al espectador, en alusión a la ciencia infusa de la hija de Santa Ana, uno de los temas que el taller de Pacheco -y por extensión, su yerno- se encargó de propalar en la Sevilla de principios del XVII.

El listado de préstamos sevillanos a la muestra del Louvre -existió la posibilidad de ceder los techos de Arguijo que se conservan en Monsalves y ha restaurado recientemente el Instituto Andaluz de Patrimonio (IAPH), que no llegó a materializarse- lo completa la Universidad de Sevilla con la celebrada talla policromada de San Ignacio de Loyola realizada por Martínez Montañés que se custodia en la iglesia de la Anunciación.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios