cesc gay. director de cine

"Siempre me ha atraído más hablar sobre gente corriente; el porqué no lo sé"

  • El ganador del Goya por 'Truman' se estrena como autor teatral con una comedia sobre la vida en pareja y la sexualidad

  • La obra se representa en el Lope de Vega en febrero

El año pasado, los más despistados ponían en su radar cinematográfico a Cesc Gay (Barcelona, 1967) tras arrasar en los Premios Goya con Truman, un drama en el que el director retrata con humor y sobriedad el reencuentro -y también despedida- de dos viejos amigos. Ahora, el guionista se lanza "gustoso" a la piscina de la dirección teatral con Los vecinos de arriba, comedia con Eva Hache entre sus protagonistas que llegará al Teatro Lope de Vega del 23 al 26 de febrero. En ella, Gay reflexiona sobre la vida en pareja y la sexualidad a través de dos matrimonios que viven en un mismo edificio. "Mi misión es que cualquiera que vaya a ver una película o una obra de teatro mía salga con la sensación de no haber tirado el tiempo", comenta en tono serio al otro lado del teléfono. Tomen nota.

-En sus filmes los protagonistas tienen problemas de comunicación entre ellos. En su debut teatral parece que también. ¿Por qué le interesa tanto este tema?

-No lo sé, la verdad es que no tengo ni idea [ríe]. Creo que porque las personas, en general, funcionamos así. Aunque parezca que nos comunicamos mucho, en el fondo todos ocultamos algo: un problema, un sentimiento. De todas maneras, la obra de teatro es muy distinta a las películas. Es mucho más ligera en cuanto a cómo se expresan los personajes, por ejemplo.

-¿El espectador asistirá a la desintegración de una pareja en Los vecinos de arriba?

-No. Esa palabra suena muy negativa y no hablo de una pareja que termina. Al contrario. Hablo de un matrimonio en constante lucha, pero lleno de esperanza.

-También habla de su vida sexual.

-Sí, la sexualidad es el motor de arranque. El matrimonio empieza a escuchar los gemidos de sus vecinos y les acaba afectando. Eso mismo me pasó a mí en casa. Mi familia y yo escuchábamos gemir a la vecina todo el día. Ese fue el punto de partida de Los vecinos de arriba. Siempre cuento que la obra es una especie de regalo envenenado. Un regalo muy bonito, sí, con un lazo brillante y un papel llamativo, pero cuando lo abres te explota en la cara. Entre tanta comedia, tanta risa, se esconde una reflexión algo más dura.

-¿Los personajes charlarán sobre sus gustos sexuales?

-Muchísimo. Se hablará sobre ello de una manera muy directa. Eso generará en el espectador risa y a veces incomodidad, pero siempre desde un lugar muy divertido, muy de aguantar las formas, porque no dejan de ser unos vecinos que bajan y te cuentan cosas. Ahí radica parte de la tensión.

-Se alimenta de lo que ha vivido en propias carnes.

-Bastante [ríe].

-¿Un director de cine tiene que rendirle cuentas a la realidad más que a la ficción?

-Lo que te rodea, como a todos, es la vida, el día a día. Luego otra cosa es que tus personajes o el mundo que cuentes esté basado, como es mi caso, en cierta cotidianidad. Tanto los personajes de mis filmes, como los de la obra de teatro, podríamos ser cualquiera de nosotros. Hay otro tipo de cine, más de género, ciencia ficción o los thrillers con policías, que son personajes más alejados de un espectador normal. Siempre me ha atraído más hablar o escribir sobre gente corriente. El porqué no lo sé. Ahí me he encontrado un gran caldo de cultivo de muchas cosas.

-¿Grandes historias, quizás?

-Sí. Fíjate en el cine de grandes directores como Bergman, Truffaut y Allen. Son grandes directores, muchos que me gustan a mí, que se han dedicado a retratar la realidad. Luego, obviamente, hay otros realizadores que necesitan otro tipo de mundo o de ficción más fantástica. Reconozco que estoy más cómodo hablando, no ya de mí, sino desde mí. Las cosas que me rodean son las que me inspiran.

-¿Se atrevería con un drama social, como el de los desahucios o los refugiados?

-Sí, creo que de entrada cualquier cosa puede ser interesante. Al final depende de la mirada que le pongas. Por eso, yo igual he retratado más un tipo de personaje o de situaciones más cerca de lo emocional, lo sentimental, que de componentes sociales. Pero también con los años vas cambiando y el teatro, por ejemplo, ha sido un auténtico reto. Tenía muchas ganas de meterme en esto porque no controlaba y quería probar algo nuevo.

-¿Qué es lo que más le costó asimilar del lenguaje escénico?

-He tenido que aprender a tener paciencia. En el cine, los directores mandamos muchísimo y en el teatro es un trabajo más colaborativo. Los actores son mucho más importantes en el resultado final. En resumen, el teatro es un proceso largo y vivo que cada día es único y los actores mandan mucho.

-¿La satisfacción es más inmediata en el teatro que en el cine?

-Sí, porque las representaciones son constantes. Con Los vecinos de arriba he tenido una suerte tremenda. La versión catalana estuvo mucho tiempo en cartel y la versión castellana parece que también tiene tirón. Y sigo queriendo ir a otra función. No me cansa. En el cine, con mis películas, no lo soporto.

-¿Cuándo va a escribir más teatro de nuevo?

-Ahora no puedo. Estoy con una serie de televisión, un thriller en clave de humor para Movistar Plus. Pero sí, me gustaría volver a escribir otro texto así de cómico.

-¿Cómo de difícil es abrirse paso en el mundo del cine?

-Muchísimo. Es una profesión que está hecha a base de pequeños milagros. Los que llegamos ahí es porque hemos tenido la suerte de cara y unas pequeñas dosis de talento. Sólo unos cuantos pueden hacerlas y cuesta mucho dinero. Con cada proyecto soy consciente de que hay que trabajar, ser exigente, pero también cruzar los dedos. Alguien joven tiene que tomárselo con mucha paciencia.

-El poder político no parece estar de su lado.

-En ningún lugar es fácil y poder hacer cine es un privilegio al alcance de unos pocos. Es muy, pero que muy complicado reunir el dinero necesario para hacer tu largometraje.

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