Cultura

El Titanic, la historia al detalle de un naufragio imborrable

  • El capitán de navío Luis Mollá profundiza en el Casino Jerezano con numerosos datos en el hundimiento del famoso trasatlántico

El 10 de abril de 1912 el Titanic zarpó del puerto de Southampton en su viaje inaugural que, a la postre, habría de resultar el último. El Titanic, segundo buque de la serie Olympic, había sido construido por la White Star Line para disputar a la Cunard el suculento negocio de la emigración. Más grande y lujoso que el Lusitania, su principal adversario en la Cunard, el Titanic no podía, sin embargo, disputarle la Blue Ribbon, vitola que distinguían entonces al buque más rápido de todos los mares, ya que fue construido en una época de importantes restricciones de carbón en vista de la que, ya en 1912, parecía ineludible I Guerra Mundial.

Así comenzó ayer el capitán de navío de la Armada Luis Mollá su conferencia sobre el Titanic, ‘Historia de un naufragio’, en el Casino Jerezano. Como experto investigador de historias que emergen del mar, así como escritor, Mollá recordó que a pesar de todo, el buque zarpó rumbo a su amargo destino con 2.228 personas a bordo y, bajo la batuta de Bruce Ismay, vicepresidente de la naviera, su capitán, John Smith,  tuvo que poner el buque a su máximo de velocidad. La White Star no quería dar la impresión de que su nuevo barco era una tortuga.

 

Además de que el mes de abril es tradicionalmente época de deshielo, ese año las lluvias y bajas temperaturas se tradujeron en que, desde Groenlandia, se habían puesto en circulación una serie de enormes témpanos de hielo. A pesar de que desde su salida el capitán Smith recibió no menos de seis inquietantes avisos de hielos, Ismay le obligó a mantener la máxima velocidad. “A las 23,40 horas del domingo 14, Frederick Fleet avisó al puente de la presencia de un enorme bloque de hielo a sólo 500 metros de la proa. A la velocidad a la que navegaba el buque,  el impacto se produciría en menos de un minuto y aunque William Murdoch, oficial de guardia en aquel momento, intentó maniobrarlo, la parte baja de los hielos rasgaron el acero del buque a cinco metros de profundidad a lo largo de casi cien metros de eslora”, cuenta Mollá. Tras un primer análisis, se llegó a la conclusión de que el buque se terminaría hundiendo entre dos y cuatro horas después. El capitán Smith entró en shock. Su cabeza buscaba la solución a una ecuación imposible. Tenía capacidad para poco más de 1.700 personas en los botes, por lo que otro millar de ellas estaban condenadas. A pesar de todo, su dejación de funciones condujo a la muerte a otras quinientas almas, que con un mínimo de coordinación en la maniobra de abandono de buque hubieran podido salvarse.

 

El Californian se encontraba a apenas diez millas del trasatlántico, pero Stanley Lord, su capitán no hizo nada por ayudar a los náufragos. A 58 millas de distancia, el Carpathia, buque de la Cunard, sí hizo caso a la agónica llamada de socorro del Titanic. 

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