Cultura

Travesuras del dios ciego

  • Ediciones Azimut publica 'El amor es un microbio', selección de textos de cuantos Enrique Jardiel Poncela dedicó a la pasión y sus daños colaterales

Enrique Jardiel Poncela (1901-1952), un autor de actualidad.

Enrique Jardiel Poncela (1901-1952), un autor de actualidad. / el día

No hace falta decir a estas alturas que Enrique Jardiel Poncela (1901 - 1952) le metió mano prácticamente a todo en todos los géneros literarios posibles y alguno más que se sacó de la manga. Su vocación fue la del escritor total, para el que nada debía permanecer ajeno. Pero esta convicción vino guiada por una mayor: la del humor. Jardiel consideró que era posible reírse de absolutamente todo (manifestó así de hecho su propio credo estético) y en este todo se empeñó en no dejarse nada atrás. Tantas ganas de guasa le valieron un lugar entre las vanguardias literarias de su tiempo (donde quedó retratado en ocasiones como autor del absurdo y cosas aún peores: nada de absurdo tuvieron Jardiel ni sus obras) y sopapos a diestro y siniestro llegados de todos los bandos, dispuestos a dejar claro que de lo suyo no se reía ni San Pedro. Pero Jardiel se empeñó, con todas las consecuencias, en hacer de tan necesario Quijote y se siguió riendo, ofreciendo de paso a través de su humor un fino diagnóstico del ser humano en todas sus grandezas y flaquezas, entre las que no dudó en incluir (en ambas orillas) el amor. Ahora, el sello malagueño Ediciones Azimut reúne en el volumen El amor es un microbio, recién puesto en circulación, una selección de textos de cuantos Jardiel dedicó a Cupido y sus caprichos. El libro tendrá su presentación en la Casa del Libro de Málaga el próximo 11 de febrero, y sí, la fecha está puesta con toda la intención: quien quiera un San Valentín movidito, acertará con tan suculento regalo.

Enrique Gallud Jardiel, nieto de nuestro hombre y divulgador esencial de su obra en el siglo XXI, es el responsable de una edición que recoge elementos de muy diversas procedencias (teatro, poesía, narrativa, ensayo y aforismos; precisamente, se echa en falta una identificación más precisa de las distintas fuentes, aunque el resultado cuente con suficiente cohesión y se lea bien de un tirón) dedicados siempre al amor, la alcoba y las mujeres. En su introducción, Gallud no duda en citar a Jardiel Poncela de "romántico", si bien "nunca ha querido descubrir al público su estado erótico-sentimental porque no quiere añadir nuevos odios a los viejos odios que hay por ahí hacia él. La causa es sencillamente que ha sido un individuo que ha tenido siempre eso que la gente llama suerte con las mujeres". Eso sí, "en diversos escritos el humorista se dedica a definir el amor y a compararlo con otras emociones humanas. Nos dice que el amor sólo es intercambio: de alimentos, de besos, de caricias, de espasmos, de lágrimas, de reproches, de insultos, de injurias, de bofetadas y de gonococos. La intención obvia de Jardiel es desprestigiar esta emoción (...) El amor es un acto mecánico y Jardiel, por boca de sus personajes, se queja de que se haya amontonado demasiada literatura sobre este acto y se le haya elevado a la categoría de sentimiento (...) En definitiva: para Jardiel el amor es una estupidez". Las mujeres, ay, no salen tampoco bien paradas: "Asegura que las mujeres son como las guerras: el que las ve de lejos y sin tocarlas más que con la imaginación las encuentra magníficas y heroicas, mientras que los que han conocido las guerras de cerca y han saboreado varias y las han resistido hasta el fin, ésos no hablan de ellas sino para condenarlas".

Así las cosas, el propio Jardiel Poncela regala en El amor es un microbio sentencias como: "Los mejores ratos que proporciona el matrimonio son aquellos en que uno ve cómo se casan los demás"; "Si queréis libraros de una mujer o de un hombre, casaos con ella o con él. Pensad que únicamente los que se casan se hallan en condiciones de divorciarse"; "La eternidad de la felicidad matrimonial es la única eternidad que dura unos meses"; "De tal manera aseguran los maridos que sus mujeres son unas santas que hay que considerar el matrimonio como la mejor escuela de santificación. Así debe considerarlo el lector: el matrimonio hace de las mujeres unas santas. Y de acuerdo con ello, el día que se case hará bien en subir a su esposa al altar, dejarla en él y marcharse solito a almorzar"; "Al altar y a la guerra le llevan a uno con música. Porque si no, no se iría". ¿Quién dijo que corrían malos tiempos para lo políticamente incorrecto? Ahí tienen a Jardiel. Casi nada.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios