Lectores sin remedio por Ramón Clavijo y José López Romero

Vocaciones

"Actor porno" fue la respuesta que me dio un alumno en cierta ocasión cuando hacía la tópica ronda de "¿tú qué quieres ser cuando seas mayor?". Y me lo dijo con tanta seguridad y convicción que hubiera apabullado al mismísimo ministro/a del ramo o, en su defecto, al consejero/a. "Profesión admirable donde las haya", acerté a contestarle no menos sorprendido. Y en verdad que para su ejercicio no basta con lo que natura te haya bendecido, sino con algunos centímetros de más concesión graciosa de Dios todopoderoso; porque vocación, lo que se dice vocación, todo el mundo la tiene, y si no, a los sonetos lujuriosos del Aretino me remito que reseñaba la semana pasada ("Jodamos, alma mía, jodamos enseguida, / pues todos para joder hemos nacido"). "Y tú por qué te metes en esas preguntas", me recriminó mi mujer cuando le contaba la anécdota; "dedícate a explicar a Garcilaso y no hurgues en intimidades". "Pero ¡cómo puedo explicar a Garcilaso con estas vocaciones escondidas!, ¿para que me pregunten si se lo pueden montar con Elisa en el locus amoenus?". Nada que ver esta juventud de ahora, o algunos especímenes de ella, con aquellas generaciones de muchachos inquietos y curiosos que nos presentaba el gran Delibes en 'El camino', o Sánchez Ferlosio en 'El jarama', o incluso 'Nada' de Carmen Laforet. Pero la que ahora más vivamente se me viene a la memoria es 'Campo de amapolas blancas' de Gonzalo Hildago Bayal. Excelente novela en todos los aspectos que retrata a la perfección las etapas por las que antes (no mucho tiempo atrás) pasaba la juventud: el duro aprendizaje en colegios religiosos (en la novela de Bayal el de los padres hervacianos); los años en el instituto y los primeros contactos con las experiencias que definitivamente marcan al muchacho que se va haciendo hombre: las primeras y siempre fracasadas relaciones con las muchachas, el gusto por la literatura triste que H centra en la lluvia, el existencialismo con Camus y Sartre, el obligado viaje a París, la vida bohemia y el abandono de la casa familiar, los caminos divididos de los amigos, la eterna controversia: los Beatles vs. los Rollings Stones, etc. Es decir, lo que realmente imprimía carácter. "y ¿qué? -me atreví a preguntarle al concienzudo aprendiz del método Stanislavski- ¿practicas mucho pra llegar a tu profesión?". "Ahora voy por los monólogos", me dijo muy serio y algo demacrado, consecuencia del esfuerzo intelectual, porque algunos tienen la cabeza en la entrepierna. "Los hombres mueren y no son felices", repite H en "Campo de amapolas blancas", citando a Camus. Yo diría: "Hay personas que mueren y ni se dan cuenta de que son personas".

José López Romero

Sherlock Holmes Anotado. Las novelas.

Arthur Conan Doyle. Akal. 2009.

Uno de los libros que más ha captado la atención de los lectores estas pasadas fechas navideñas (que no olvidemos es una época clave para las ventas de libros), es esta obra donde quizás el mayor especialista en la figura literaria creada por Conan Doyle, Leslie S. Klinger, comenta (de ahí el subtitulo del libro) las mejores novelas que tienen como protagonista al detective. No sabemos si algo ha tenido que ver en el éxito de ventas la reciente, e irreverente, película que Hollywood ha lanzado recientemente protagonizada por Robert Downey, pero en todo caso sorprende que pese a la Navidad y al cine la gente haya cargado a su casa con un señor tomazo de 900 páginas. Decían algunos, hace no muchas semanas, que el regalo estrella estas pasadas navidades sería precisamente el libro electrónico. Parece que se han equivocado un poco, tanto como 900 páginas en papel. R.C.P.

Las serpientes ciegas

Felipe Hernández y Bartolomé Seguí. BD Banda, 2009

Hace algunas semanas hicimos propósito de prestar atención, más atención, al mundo del cómic o, mejor dicho, al de las historias gráficas como un sector de lectores gustan llamarlas. No hay que justificar tal propósito cuando desde hace unos años nos encontramos, a poco que hurguemos en los estantes de la librería, mucha calidad, y no sólo me refiero a lo gráfico, ya que este país cuenta con una gran tradición de buenos ilustradores, sino a las historias que se cuentan y que durante demasiado tiempo parece preocupó poco a los editores. Ese equilibrio entre texto e imagen parece plenamente logrado en este álbum premiado con el Nacional del cómic del pasado año. Una historia que surge en el Nueva York del año 1939 y que entronca con la Guerra Civil española. Historia amarga, de venganzas, con una sólida y realista parte gráfica. R.C.P.

Cuentos y novelas cortas

Pedro Antonio de Alarcón. Barcelona, Plaza y Janés. 1984.

Hace ya sus añitos, la editorial Plaza y Janés lanzó una colección de clásicos de bolsillo que si no caló entre los lectores, no fue por la falta de calidad; más bien habría que pensar en la escasa publicidad o en el dominio de editoriales como Castalia y Cátedra. Este libro recoge, entre la amplísima producción de un escritor tan prolífico como P.A. de Alarcón, una de sus narraciones más celebradas "El sombrero de tres picos". Se acompaña la edición de un extenso estudio sobre esta novela a cargo de Ángel Basanta. Ya lo hemos pregonado en varias ocasiones en estas páginas: la lectura de nuestros grandes novelistas decimonónicos nunca defrauda, y Pedro A. de Alarcón no es una excepción; y si no, pasen y lean narraciones como "El escándalo", "el niño de la bola", "el clavo", "El capitán veneno", y tantas otras. Es decir, esas novelas que hicieron del Realismo uno de nuestros grandes movimientos literarios. J.L.R.

Comedias

Bartolomé de Torres Naharro. Castalia, 1973.

Hacíamos alusión en la reseña anterior a la editorial Castalia como una de las que se impusieron y siguen imponiéndose en el mercado de clásicos por su calidad, buena selección y excelentes trabajos; pues bien, aquí traemos la edición que publicó de las tres comedias más célebres e importantes de un escritor olvidado y que, con esta reseña, queremos recuperar: Bartolomé de Torres Naharro. "Soldadesca", "Tinelaria" e "Himenea" forman un completo conjunto del teatro español del siglo XVI, al que hay que unir los nombres y la producción de Lope de Rueda y de Juan del Encina. Tres dramaturgos que son las piezas claves, los grandes antecedentes de la irrupción de Lope de Vega y el teatro clásico español. Comedias de enredo impregnadas con ambientes costumbristas, que nos dan una visión de la vida cotidiana, doméstica de soldados y criados, todo ello con fuerte influencia celestinesca. J.L.R.

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