Cultura

"De algún modo un poeta es alguien que juega con fuego y no se quema"

  • El escritor Andrés Neuman inauguró ayer la actividad literaria de 2008 en la Fundación Caballero Bonald, en la que hubo un especial recuerdo al poeta Ángel González, recientemente fallecido

El escritor Andrés Neuman fue el encargado ayer de inaugurar este año la actividad literaria en la Fundación Caballero Bonald con la primera intervención de 2008 comprendida dentro del ciclo 'La costumbre de leer'. Neuman contó además con una divertida presentación de Antonio Reyes en la que hizo una comparación entre la literatura y el sexo. "Algunas novelas -dijo-parecen un sinuoso manoseo que no llega hasta el clímax. Muchos relatos breves alcanzan decididamente el orgasmo. El cuento bien podría ser el punto g de la narrativa".

"Pero no quiero que nadie se llame a engaño -advirtió Reyes-. Aunque alguien por un momento pueda haber pensado lo contrario, nos encontramos en un acto literario... y en cualquier acto, literario o no, lo fundamental son los prolegómenos, el inicio".

En el mismo tono divertido comenzó Neuman al asegurar que se sentía "como el humorista Ángel Garó, ¿os acordáis cuando salía como Juan de la Cosa y se quedaba contemplando el micrófono y tardaba un minuto en decir hola? Es un poco esa situación, pero durante ese minuto de reloj en el que Ángel Garó no decía nada era maravilloso, y por eso no decía nada, y por eso en los cuentos muchas veces se callan, por esa misma razón, pero claro, es difícil dar una conferencia en silencio. Es un acto de vanguardia suprema, pero un timo como una catedral, y entonces no voy a tener más remedio que romper el silencio y comenzar a hablar".

Neuman quiso sumarse al recuerdo que anteriormente tuvo el gerente de la Fundación Bonald, Fernando Domínguez, hacia el poeta de la generación del 50 Ángel González, recientemente fallecido. Recordó que una de las últimas veces que lo vio fue en un espectáculo conjunto con el cantautor Pedro Guerra, que había musicado algunos de sus poemas. "Ángel -explicó Neuman- tenía en ese acto un atril junto a una mesita con una vela, y como Ángel no estaba entonces en plenitud de sus facultades físicas, sí de las intelectuales, cada vez que terminaba de leer un poema y se sentaba apoyaba los folios de manera un poco torpe a escasos centímetros de la vela, y nos pasamos toda la noche temiendo que a Ángel González se le incendiaran sus poemas. Cada vez que se sentaba yo estaba con el corazón en un puño porque veía que los papeles rozaban la vela y Ángel no se daba cuenta. Yo me decía: esto va a terminar muy poéticamente pero vamos a tener que llamar a los bomberos, y lo absolutamente maravilloso fue que no se quemaron".

Esta anécdota también le sirvió a Neuman de comparación para explicar que "en ese momento pensé: De algún modo eso es un poeta: Alguien que juega con fuego y no se quema, alguien que se acerca todo lo humanamente posible a zonas dolorosas, a zonas peligrosas, a zonas destructivas, pero tiene la inteligencia suficiente para no consumirse, sino de pasar al otro lado, y me gustaría quedarme con ese recuerdo de Ángel González: el de alguien que conseguía que sus poemas atravesaran el fuego, y a él le dedico este primer cuento que voy a leer".

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