Cultura

Con el amargo sabor de la absenta

AJuan Salido lo hemos visto ya superar muchas etapas creativas. Su fotografía siempre ha intentado dar un pasito más y no permanecer anclada en los mismos estamentos de siempre. Asunto este que es difícil de encontrar en lo artístico - mucho más en el panorama fotográfico donde permanecen inamovibles demasiados estamentos ultramontanos - pues aquellos que consiguen ciertas buenas posiciones son muy reacios a abandonarlas para buscar nuevos modos y nuevos medios de un arte que necesita mucha pasión y mejores planteamientos. El fotógrafo jerezano ha ido quemando sucesivas etapas en una proyección creativa que va sumando y accediendo a unos horizontes a los que no todos pueden llegar.

Después de aquellos trabajos, ya clásicos en el discurrir fotográfico no sólo de su creador sino del resto de la fotografía que se hace en esta ciudad, con la visión decadente de Venecia, el expresionismo visual del flamenco, los imposibles encuadres de una India inquietante o aquel neorrealismo particular de la Cuba profunda, la fotografía de Salido ha abandonado la parcela testimonial, el relato narrativo de una sociedad inmediata para buscar nuevos derroteros, esta vez con un sentido mucho más intelectual, haciendo partícipe de un proceso evolutivo donde la mujer , en su desenlace más extremo, nos muestra las fatales consecuencias de su propia condición de mujer.

Para esta ocasión, Juan Salido se ha provisto de unas alforjas llenas de buena literatura, de la historia más general del arte, del cine más rompedor y mítico, de la iconografía esencial que protagoniza la mujer. Todo ha entrado en el alambique conformador y mágico del artista que hace posible un nuevo hecho ilustrativo. La mujer ha adoptado a lo largo de los tiempos, de la literatura y de la mitología una mediata y marginal posición. De ella se vale Juan Salido para recrear una especialísima escenografía de referencias. Salomé, Eva, Cleopatra, Pandora, Proserpina, Circe, Dalila, Lilit, La Esfinge, Judth y Carmen mantienen su identidad histórica e iconográfica pero con un nuevo sentido plástico y estético. Presupuestos visuales nuevos donde clasicismo y modernidad, historia y realidad, mediatez e inmediatez, diluyen sus fronteras en un juego de identidades que Salido plantea para conseguir guiños cómplices a través de los extremos efluvios - quizás con sabor amargo de absenta - de una feminidad con bellos rasgos diabólicos. Es una nueva visión de un mito extremo que atrae, subyuga y, a veces, hasta hace perder la cabeza.

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