Cultura

El ángel de Torrito, un elemento fundamenta

 Tomás Soto Lahera ‘Torrito’ ha sido uno de los artistas que más han aportado a la colección. Sin ser un cantaor largo ni demasiado conocido, el jerezano ha dejado un legado extraordinario dentro de los distintos volúmenes en los que participó. Torrito, que nos dejó a finales de un mes de diciembre de 2009, es el estandarte de esa gracia y ese ángel que se está perdiendo en el flamenco actual y sobre todo en el barrio de Santiago, que siempre ha destacado por ello. De toda su aportación podemos quedarnos con uno de los villancicos que grabó en el quinto volumen, el Corrococó, el mejor ejemplo de todo lo comentado anteriormente. Juan de la Plata cuenta sobre que “pertenecía a la saga del genial Manuel Torre, el cantaor de los sonidos negros; su padre, de igual nombre, también había sido cantaor de los grandes; y él lo llevaba en la sangre, porque por parte de su madre, el compás del baile le venía de su antepasada Juana la Macarrona, herencia flamenca de primerísima magnitud. Cantando y bailando, Torrito  hacía muchos años que estaba considerado como el mejor festero de Jerez y su cante y su baile no se parecían a ninguno”. Su manera de ser, marcó a los miembros del coro que recuerdan con cariño mil anécdotas. “Un día nos quedamos todos callados al grabar un villancico y salió el Torrito solo. Nos reíamos mucho con él”, cuenta Ángel Vargas. 

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