XIi festival de jerez

El bailaor del momento

  • Maco Flores deleitó con su baile en una sala Compañía a reventar

Las modas hay que manejarlas con suma prudencia y ponerlas siempre en cuarentena, por lo que pueda ocurrir en el futuro. El momento que atraviesa el bailaor arcense Marco Flores bien podría parecer producto de una moda, de una eclosión, azarosa o no, que se remonta prácticamente un año atrás, momento en el que se alzó con los tres grandes premios de baile en el Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba, amén del premio especial del jurado -lo que no ocurría desde que lo lograse Javier Latorre dieciocho años antes-. Pero ni Marco Flores era peor antes de ese punto de inflexión en su carrera ni ahora ha tocado techo. Empero, no nos extrañaría verle sobre las tablas de Villamarta en futuras ediciones de la muestra jerezana, pues lo incuestionable es que la planta empieza a dar sus frutos y que, si para algo sirven las modas, es para llegar a la cima infinitamente más deprisa que el resto.

Hace un año advertíamos en estas mismas páginas, a raíz del espectáculo que presentó en el festival, En clave, junto a Olga Pericet y Manuel Liñán, la sensibilidad y personalísima manera de entender el baile de este joven artista -de la misma generación que Mercedes Ruiz y con similar proyección-. Cualidades que ahora, en solitario, con mayor peso en escena, se ratifican sobradamente.

La entrada fue fría en el recoleto espacio de La Compañía, pero a medida que fueron transcurriendo los minutos, el bailaor, a solas con su versatilidad, logró encender a un público entregado desde el primer segundo. En esta ocasión, en un formato pequeño y sin demasiadas pretensiones, Flores ejecutó los tres números que le encumbraron en Córdoba: farruca, martinetes y alegrías. Y aderezó las transiciones de la propuesta, algo cansinas, con un par de cantes en solitario, tangos y malagueñas, de Miguel Rosendo y Leo Treviño, tal y como hiciera hace justo un mes en el Festival de Nimes.

En la farruca, sólo cortejada por la excelente guitarra de la portuense Antonia Jiménez, con unas falsetas de órdago en el arranque de las malagueñas, volvieron a emerger esas evocaciones, principalmente, a Gades, El Güito y Manolete. Reposo, estatismo y elegancia en los giros, pero combinado con un ritmo endiablado, a la par que elegante y sobrio, de marcaje, punta y tacón, y generoso, muy generoso, braceo.

Tras unos tangos absolutamente prescindibles, martinetes y escobilla a compás acelerado. Ahí, y posteriormente en las alegrías, el baile de Marco Flores viajó en tren de alta velocidad. Éste se caracteriza por ser cómodo, rápido y eficiente, pero por el camino se tiene la desventaja de que apenas se palpa la poética y el placer de contemplar los paisajes. En este sentido, cuanto más se detuvo el bailaor, más enriquecedora resultó la experiencia. Galvanesco por momentos, sus pies y brazos formaron un continuum estilizado, rapidísimo, de recursos casi ilimitados y novedosos… Pero cuánto se agradecían de cuando en cuando esas frenadas repentinas. Esas abruptas bajadas hasta encallar en la búsqueda de sí mismo bajo el delicioso silencio de sus botas rajeando las tablas.

Marco Flores pasó con éxito por el certamen. Se despidió bailando por alegre, en un estilo en el que se siente muy cómodo, o al menos eso se percibió. Le puso sal cuando hubo que hacerlo, y rigor y más serenidad cuando la ocasión lo merecía. Tiene madera, hechuras, cualidades y recursos para alcanzar más pronto que tarde, si lo gestiona con inteligencia y sin bajar la guardia, todas las grandes metas que se proponga. Se le ve sediento de baile. Es su momento.

FICHA

Baile: Marco Flores. Cante: Miguel Rosendo y Leo Treviño. Guitarra: Antonia Jiménez. Palmas: La Tacha y Ana Romero. Composición musical: Antonia Jiménez. Iluminación: David Pérez. Día: 24 de febrero. Lugar: Sala Compañía. Aforo: Lleno.

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