Cultura

"Le debo a mis paisanos entregarle el tiempo que me queda"

  • El bailaor sevillano será uno de los grandes nombres de la Bienal, con su participación en tres espectáculos

Antonio Canales es ahora una inmensa carcajada. Miroterráneo y Llanto por Ignacio Sánchez Mejías le han devuelto a la vida después de "cuatro años de barbecho", como él dice. "Pensé que si volvía a tirar el trigo era para que saliera fuerte. El público no me podrá ver como a la gente de 30 años pero sí con toda mi madurez y entregando mi cuerpo y mi alma". Está feliz con su vuelta a la danza y se le nota: "Estoy aquí de nuevas pero con mi frente limpia y con mi mente con ganas de bailar". Y de bailar en su Sevilla natal, pronto, muy pronto. Su nombre aparece en el programa de la Bienal como artista invitado en tres espectáculos distintos, se trata, por fin, del regreso de Canales a Sevilla.

-¿Qué supone para usted ponerse en la piel de este torero inmortal?

-No tengo palabras porque creo que Rubén [Olmo], que es un joven con un talento que hacía tiempo no teníamos en el país, ha construido un traje hecho a mi medida. Hace muchos meses que empezamos a investigar. Me hizo meterme en esos dulces años 20, me hizo comprender que Ignacio Sánchez Mejías era mucho más que un torero, íntimo amigo además del gran poeta Federico. Era un promotor de la generación del 27, un hombre intrépido; también hacía sus pinitos como escritor y como cronista, un aviador... Era un hombre del Renacimiento, como Leonardo Da Vinci pero en los años 20. Por eso me emociona cuando suena mi voz en el poema de las cinco de la tarde. Me sentí muy identificado con Ignacio porque me gusta escribir, me gusta meterme en todo... Como dicen mis hijos, "dónde tienes el cuadro escondido, papá". Pintar pinto muy mal, pero sí me gusta hacer más cosas que bailar. Rubén ha hecho una doble piel para mí.

-¿Qué es lo que más le conmueve de esta elegía de Lorca a su amigo?

-Todo. Me conmueve, por ejemplo, que durante todo el poema nunca miente al toro que lo mató, porque para su desgracia el nombre del toro era Granadino, el nombre de su tierra, eso le dolió mucho a Federico. Y, sobre todo, el "no quiero verlo". Ignacio decía que cuando muriera nadie mirara su cadáver porque como él vivió de cerca la muerte de Joselito, de su cuñado, no quería que nadie viera su cara ya muerto. Lo que más me asombra de todo ese epílogo que le escribió es que le hizo inmortal. Si no hubiera existido ese "cinco de la tarde" a lo mejor Ignacio no estaría en la mente, como está hoy. Vivo.

-Dice que comparte también con él esa inquietud renacentista. ¿Qué hace además de bailar?

-Me gusta mucho escribir, también he hecho mis pinitos en el cine, me gusta mucho diseñar... Me encantaría que me invitaran a un ballet nacional a lo mejor -yo sé que Rubén contará alguna vez más conmigo- para diseñar quizás un vestuario porque me gusta mucho la costura. Me encanta la pintura, aunque no sé pintar, pero me lanzo y hago mis cosas, mis collages, tipo Tàpies (se ríe), pero yo más que Tàpies soy una tapia. Me gusta mucho cocinar, y hacer cocina andalusí. Me gusta investigar. Soy un hombre muy inquieto y ahora, otra vez, vuelvo a estar feliz y a sentirme vivo y a sentir mi vida otra vez vinculada a lo que sé hacer que es bailar. Porque yo no puedo estar sin bailar. Ya he comprendido que sin bailar me muero con lo cual prefiero morirme bailando.

-Decía con 'Minotauro' que ya le tocaba hacer lo que quería hacer, sin la presión de un productor o un empresario. Caminar y bailar por libre. ¿Sigue pensando lo mismo?

-Pues sí. Ahora mucho más porque después de haber estado tantos años al mando de mi propia compañía, más de 20 años, habiendo creado más de 60 obras era lo que me apetecía. Estoy en un momento en el que me gusta mucho que me dirijan, poder absorber esa energía nueva de los jóvenes. Ver a las nuevas figuras: uno de Almería, el otro de Córdoba, de Sevilla, de Murcia, de Granada... Ver a Patricia Guerrero, que yo creo que es una de las grandes monstruas que vamos a tener y que ya tenemos en la escena. Todo esto me da mucha vida y me siento un joven veterano al que le encanta ver que no ha caído en saco rato todo lo que durante tantos años he intentado inculcarle a todos ellos. Al mismo Rubencito cuando era pequeño: la disciplina en los camerinos, la disciplina en el trato con los técnicos... El momento en que me encuentro ahora es de disfrutar mucho de la danza, meterme en personajes que requieran el peso y el poso de sobriedad que han ido dejando los años en mí y entregárselo a los espectadores y a los creadores nuevos.

-Añoraba Andalucía. ¿Será por fin ésta su vuelta?

-¡Por Dios! Yo creo que por fin vuelvo a esta bendita tierra... Tengo mi casita allí en Pradollano, al lado del Mulhacén y del Veleta. Yo creo que sí, que ya no me voy a separar de estos lindes. Ya cumplí mis 50 años, ya mi carrera está no en el ocaso pero sí es una carrera bien culminada. Ahora quiero poder disfrutar esos años que me queden para luego ya sólo dedicarme a la docencia, a la dirección, pero desde mi tierra, mi Andalucía, porque le debo a mis paisanos, a mi gente, entregarle el tiempo que me queda.

-'Torero', el libro 'Sangre de albero', la mitológica 'Minotauro', ahora Sánchez Mejías... ¿Es la de torero su profesión frustrada?

-No he sido torero de milagro... Porque me cago de miedo cuando veo al bicho. Los toreros están hechos de un metal especial. Pero sí, voy reflejando ese mundo de la tauromaquia, un poco picassiano.

-Además de 'Llanto' le baila a Miró en 'Miroterráneo'.

-El día 23 de septiembre vamos a Valencia y en octubre volvemos a Barcelona con este espectáculo. Ahí fue el flechazo con Rubén, porque estuvimos todo un año creando el personaje de Miró. Era un personaje completamente diferente a mí. Un personaje mucho más introvertido, que se reía mucho de sí mismo, mucho más capillita, menos frívolo... Con sus manos al pintar desarrolló mucho el sentido del tacto y toda la obra tiene mucho que ver con eso. Yo creo que Miró es una alegoría y un ensalzar lo que es el mundo de la pintura, el mundo del surrealismo y el mundo del Mediterráneo. Miró era como un niño y me hace convertirme en un personaje totalmente diferente: una persona tímida, escondida siempre, cuando yo, ya se sabe, que Miró no soy.

-¿Vendrá con esta obra por el sur?

-Creo que sí, porque como pertenece al Ballet de Barcelona están intentando poder presentarlo en Jerez y traerlo a Granada al Festival de Música y Danza. Además, como ahora estamos tan de moda Rubén y yo, pues todo el mundo quiere ver otra de las creaciones de él conmigo como personaje principal.

-Presenta 'Llanto por Ignacio Sánchez Mejías' en la Bienal.

-En Sevilla me están esperando mucho. El día 5 del próximo mes debutaremos en el Teatro de la Maestranza con Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, en la semana inaugural de la Bienal. Luego el día 25 del mismo mes, estaré también en el Maestranza, con la Consagración de la Primavera, un ballet con Rafael Estévez y Nani Paños. Y el día 27, con La Moneta en el Teatro Central para hacer Paso a dos, con una zambra muy granadina, muy especial. O sea que estoy tres veces durante la Bienal para que me puedan ver mis paisanos.

-Con Olmo baila otras músicas más allá del flamenco... ¿Cómo se siente trabajando con él?

-Cuando me presentó la música de Riqueni me maravilló, pero luego cuando escuché la de Roque Baños le dije "Rubén, yo tengo una edad". Él tiene sus 30 floridos años y le dije "¿cómo me voy a poner aquí a hacer el patinador contigo y a flotar?". Ese pase a dos que hago con él, creo que fue uno de los momentos más emotivos del estreno en la Alhambra. Mi hijo me dijo que se veía precisamente esa madurez y esa juventud mías. Ha sido un reto. Rubén también ha conseguido hacerme perder 14 kilos... Mucha gente me pregunta si he hecho la dieta Dukan pero mi dieta ha sido la Dieta Olmo: mucho sudar, mucha buena vida, desde la mañana temprano en la clase.. Y volver a sentir otra vez la ilusión que tengo como un niño pequeño por el baile. A las 9 estoy en la clase de ballet, algo que yo había echado al saco del olvido pero, como dice García Márquez, hay que regresar de la muerte muchas veces para recordarse.

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