Lectores sin remedio por Ramón Clavijo y José López Romero

Dos ejemplos

AÚN no habíamos dado por finiquitado el pasado año, cuando se levantaron, aunque tímidamente, algunas voces lamentando la ocasión perdida: apenas se habían celebrado el bicentenario de la muerte de Gaspar Melchor de Jovellanos y los setenta y cinco años de la muerte de Miguel de Unamuno. ¡A buenas horas mangas verdes! Sólo un casi familiar, por lo íntimo y sobrio, homenaje rendido en la Universidad de Salamanca a su insigne rector, algún artículo disperso por periódicos y revistas especializadas, y poco más. Parece como si la dichosa crisis se hubiera llevado por delante, arrasado o aniquilado las pocas ganas que a cualquiera le quedan para celebraciones, y menos efemérides de difuntos, por muy ilustres que éstos sean o hayan sido. "El olvido del bicentenario de Jovellanos por nuestra clase política es un fallo muy elocuente", se lamentaba Ignacio García de Leániz en las páginas de un diario nacional el 28 de diciembre. Está claro que si aún viviesen catedráticos de la talla de José Caso González, especialista en la obra del gran reformista gijonés, o José Antonio Maravall, estudioso del pensamiento ilustrado de nuestro siglo XVIII, de seguro que la conmemoración no hubiera caído en el olvido. Entonces ¿error sólo de los políticos? Las figuras de Jovellanos y de Unamuno traspasan los siempre estrechos límites de la política, para elevarse a la categoría de lo social y de lo humano. Porque ambos personajes tuvieron en común su permanente preocupación por España y su compromiso con un país con todos sus defectos, que lejos de ocultar, denunciaron para corregirlos, y con todas sus virtudes, porque fueron también hombres que depositaron una enorme confianza en la regeneración española. La labor que ambos intelectuales desempeñaron como políticos de su tiempo, Jovellanos en los diferentes cargos que ocupó, entre ellos el de ministro de Gracia y Justicia, y Unamuno como concejal del ayuntamiento de Salamanca, diputado a Cortes por la misma ciudad y rector de su universidad, se caracteriza por las medidas de reforma que impulsaron, la fe en la modernización de un país que precisamente no pasaba a finales del XVIII y en la primera mitad del XX por sus mejores momentos. Y es por ello que el ejemplo de su obra y de su actitud ante el problema español nos sea tan necesario en estos tiempos que corren. A quién sino a estos dos grandes intelectuales de nuestra historia podemos acudir en momentos de tanta dificultad y zozobra. El natural novelero nos hace mirar al exterior y abrazar la causa de esos profetas del tres al cuarto que siempre están al acecho de la masa inconformista e indignada, cuando en nuestra cultura, la de verdad, la que nos hace ver la viga en nuestro ojo y nos ofrece la solución a nuestros problemas permanece en el olvido. Pero, claro, hay que hacer el esfuerzo de leer sus obras y seguro que a algunos no les gusten ni lo que éstas nos plantean, ni las soluciones que nos proponen; entre ellas el ejemplo de honradez que ambos escritores dieron durante toda su vida, del que tanto carecemos en estos tiempos.

José López Romero

Libros recomendados:

HHHH

Laurent Binet. Alfaguara, 2011

Hemos jugado al despiste este libro y yo durante algún tiempo. Su portada me asaltó varias veces cuando visitaba la librería, incluso creo recordar que lo ojeé una vez para finalmente devolverlo al expositor. Hace unos días, por uno de esos impulsos inexplicables que asaltan al lector, me vi adquiriéndolo y comencé una lectura tan frenética que finalmente no ha terminado en desilusión sino en todo lo contrario. No es éste un libro más sobre la segunda guerra mundial, es una novela que escarba en el pasado de Praga partiendo de la irresistible atracción que la ciudad ejerce sobre el autor. Es una novela atípica donde el presente y el pasado se entrecruzan sin generar desequilibrios en la narración, y que introduce al lector, paulatinamente atrapado por un texto deslumbrante, en la parte oculta de un suceso que quizás cambió el devenir de la guerra en Europa: el atentando contra el enigmático y sin escrúpulos jerarca nazi Heydrich, "protector de Bohemia-Moravia". R.C.P.

Cinco viajes al infierno

Martha Gellhorn. Altair, 2011

Me trajo este libro el recuerdo de aquel otro, quizás uno de los mejores exponentes de la literatura viajera, que fue 'El peor viaje del mundo', y donde Apaley Sherry-Garrard narra su experiencia como único superviviente de la expedición de Scott. En este libro también se nos da cuenta de viajes difíciles, aunque la narración se suavice con ese fino sentido del humor de la autora, periodista que estuvo casada con Hemingway y con el que compartió el primer viaje de los narrados, a China (al que por cierto no nombra como tal, sino con las iniciales C.R. Compañero reticente, pues él no quería hacer este viaje). En todos y cada uno de estos cinco viajes al infierno, se nos narran momentos difíciles y emocionantes y que como si de una novela de aventuras se tratase se leen de un tirón. Aventuras reales pero que parecen ficción, que van desde ese recorrido por África en un destartalado Land Rover, con un chofer negro que no sabe conducir, hasta las aguas del Atlántico en busca de submarinos alemanes. R.C.P.

San Manuel Bueno, mártir

Miguel de Unamuno. Cátedra, 1994.

Una de las más célebres y leídas "nivolas" de D. Miguel. Célebre porque en ella expone su autor, en forma narrativa y tomando como protagonista a todo un cura (don Manuel), uno de los más graves problemas religiosos que tanto angustiaron al propio Unamuno: el problema de la fe. Todo un sacerdote que se da en cuerpo y ¿alma? a su pueblo, con tal de inculcarles a sus vecinos una fe que él no tiene: la felicidad ante todo, aunque sea con mentiras. La más leída porque aún sigue siendo lectura obligada en el currículum de segundo de bachillerato (aunque esto no garantiza su lectura). Y "nivola" porque así gustó don Miguel de llamar a sus relatos cuando alguien dudaba de su entidad de novela. El silencio del sacerdote cuando todo el pueblo recita el Credo, y la repetición que Blasillo el bobo hace del "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?", aún estremecen a los lectores. La introducción de la edición de Cátedra, prescindible. J.L.R.

El delincuente honrado

Melchor Gaspar de Jovellanos. Cátedra, 2008.

Si todos, en un ejercicio de lección ética y política debemos leer al Jovellanos reformista, al gran ilustrado que se manifiesta en su tan variada como extensa obra, en la que no dejó aspecto social, económico, jurídico o político por tocar o analizar, no menos interés tiene, esta vez por simple divertimiento o solaz, su teatro, del que reseñamos la 'tragicomedia' o drama sentimental titulado 'El delincuente honrado'. Una comedia de enredo al mejor estilo barroco, pero reconvertida bajo los preceptos del teatro neoclásico. Un drama en el que se combinan problemas sociales, como el constante incumplimiento de la prohibición de los duelos (según pragmática del 28 de abril de 1757) (Torcuato ha matado al primer marido de su esposa Dª Laura en un duelo), con uno de los temas preferidos del teatro barroco: el poder del rey y el ejercicio generoso que éste suele hacer de él cuando de los protagonistas del drama se trata. J.L.R.

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