Crítica de Música

Un espectáculo para los sentidos

  • Bosé cierra el festival en González Byass con el público entregado

Un momento del concierto celebrado el domingo en los Jardines de la Villa Victorina.

Un momento del concierto celebrado el domingo en los Jardines de la Villa Victorina. / vanesa lobo

Y la luz se hizo. En el último espectáculo del IV Tío Pepe Festival no hubo un solo sentido que se quedara sin desarrollar gracias a la impresionante atmósfera creada para cerrar cinco días llenos de 'duende'. El oído y la vista disfrutaron del concierto de Miguel Bosé, que hizo vibrar desde el primer minuto a un público entregado. El aroma lo pusieron los nardos, uno de ellos entregados al icónico artista desde la grada, y el olor a jerez que se desprendía de las botas de González Byass, mostradas al respetable con las puertas abiertas. El tacto y el gusto fueron de la mano posteriormente, durante la cena y los postres.

El lleno estaba asegurado desde semanas atrás. Horas antes, el público aguardaba; no quería perderse nada. La impaciencia era tal que las sillas sobraban. El público quería moverse, bailar. Se sentía encorsetado, mirando hacia atrás por respeto y educación, para no molestar la vista de sus homólogos de filas posteriores a la hora de levantarse. Hubo quien, incluso, se animó con el salto de valla para pasar a un lugar donde bailar a gusto. Era solo el principio.

A sus 61 años, Bosé no había pisado nunca Jerez y se mostraba encantado de poder disfrutar de tal rincón de la ciudad. No hacía falta meterse al público en el bolsillo. 'Sereno', 'Duende' y 'Nena' acompañaban a la presentación para hacer que las caderas comenzaran a moverse. Los aficionados imitaban los movimientos del artista y sus coreografías de siempre. Todo encaminado.

La actuación estaba en uno de sus puntos altos de la noche, y eso que no se había superado la media hora. Así que Bosé, de familia torera pero no aficionado a la fiesta, tuvo que tirar de capote, aplacar los ánimos y saludar al respetable avisándolo: "Agarradme de la mano bien fuerte. Aquí empieza algo que os pertenece y suena así".

El acompañamiento musical completaba a la voz de Bosé, que por momentos se vaciaba para que se escuchara cómo el público cantaba con él. El oído disfrutaba.

La vista, también. Los movimientos de todos los presentes en el escenario no rompieron los paradigmas del artista; no se salieron de lo habitual, de lo que el respetable acudía a ver de Bosé. Eran las luces y las tres pantallas gigantes que intercalaban vídeos del panameño durante otras actuaciones, del directo y figuraciones de colores las que permitían a la mente crear una atmósfera perfecta con el motivo de que la memoria viajara a la década de los 80. Respondía esto a lo que ya había avisado anteriormente el cantante: "Vamos a levantar y despertar cosas que están dormidas y no sabemos a qué están ligadas".

Bosé decidió pasear de la mano de los suyos. "Vamos a celebrar lo que hemos construido: 40 años de música", dijo el artista en el primer receso realizado para aplacar los ánimos de unos seguidores que estaban como locos por escuchar sus canciones de siempre. 'Aire soy', 'Amo', 'Mirarte' y 'Nada Particular' precedían la petición de paz y amor del artista, que se mostraba como un hombre pacífico, que no ha alcanzado la utopía de dejarle a sus hijos el mundo que soñó. 'No hay ni un corazón' y 'Amiga' hacían las delicias de un público que con melancolía volvía a tomar impulso de cara a la segunda parte de un espectáculo sin respiro.

Bosé volvió a decirle a sus fieles que se prepararan, porque ahora iba a levantarlos de nuevo. 'Morir de amor', 'Creo en ti', 'Linda', 'Hojas secas', 'Superman', 'Diablo' y 'La Chula' sin parar sacaban el lado más animado de los que allí se encontraban. Las sillas sobraban y la grada supletoria temblaba.

El corazón de más de uno palpitaba más rápido de la cuenta, así que hubo que sacar el capote. Media verónica para tocar el pecho de los suyos y pararlo: 'Estaré', 'Cómo un lobo' y 'Este mundo va', antes de encarar la que parecía la recta final.

Se despedía Bosé. El espectáculo visual se difuminaba, apagándose tras haber intentado ser Gullivert y no haber hecho lo propio con amante bandido. No era el último aullido del cantante, que con su amago ya tenía al público en pie dejándose las palmas en la grada. No es que estuviera ya conforme; la faena estaba rematada y las palmas por bulerías y los olés hacían que el panameño se marcara, incluso, una pequeña 'pataíta' en la cuna del flamenco.

El entusiasmo era contagioso. Así que todos a sus puestos: no habría otra, sino otras. Los fieles habían pedido Bandido, pero tendrían que esperar unos minutos. El nuevo haz de luz traía consigo un bloque musical con 'Bambú', 'Solo sí', ahora sí la tan esperada 'Bandido' y 'Hacer por Hacer'. De nuevo la oscuridad, el fin. Entre el público, sobraban las sillas y las palmas se desgastaban de nuevo.

Pero habría otra. Ahora sí, el paseo se terminaba. 'Te amaré' volvía a aplacar los ánimos de los más fieles de Miguel Bosé, que saboreaban la miel en los labios durante unos minutos más, guardando los recuerdos de una noche mágica. Incluso lágrimas en los ojos de algunos espectadores se pudieron ver para despedir el primer paseo de la mano de Bosé con el público jerezano. La luz y la voz se volvían en oscuridad y palmas del público. Esta vez sí, la despedida fue real. Tanto como que Bosé estará en el corazón del público que ayer le acompañó en un escenario irrepetible, el Patio de la Tonelería, en las bodegas de González Byass.

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