La victoria electoral de Donald Trump ofrece un contexto idóneo para Muñeca de porcelana, la obra de David Mamet en la que un veterano millonario que acaba de comprar a su joven prometida un avión como regalo de bodas y se dispone a dejar su negocio en manos de un heredero recibe una llamada que le pone entre la espada y la pared. Mamet escribió la obra para Al Pacino, pero la producción española, dirigida por Juan Carlos Rubio y estrenada poco después de la original de Broadway, tiene como as a José Sacristán (Chinchón, 1937), quien comparte escena con Javier Godino. Dirigida por Juan Carlos Rubio y versionada por Bernabé Rico, llega hoy al Teatro Villamarta.
-Sobre Muñeca de porcelana dijo algo David Mamet que ofrece una idea bastante precisa de su ego: "Esta obra es mejor que el sexo oral". Pero, José, ¿alguna vez ha habido una obra tan buena?
-Imagino que David Mamet tiene una idea del sexo oral muy distinta de la que tenemos en Chinchón. Lo que sí puedo decirte es que Muñeca de porcelana es una obra colosal, con una estructura dramática perfecta y un dominio de los tiempos asombroso. Es un verdadero regalo. Connotaciones sexuales aparte, vamos.
-Mamet elogió su trabajo y afirmó que se había acercado más a la intención que tuvo al escribir la obra que el mismo Al Pacino. ¿Cómo se recibe un elogio así?
-Con mucha alegría. Vino a nuestro estreno un representante de Mamet y le comunicó eso que cuentas, que nuestra propuesta era más fiel a la obra que la que se estaba haciendo en Broadway. Como agradecimiento, Mamet me envió una pulsera de oro blanco con tres piedras verdes incrustadas y su nombre grabado. Es la que llevo puesta en la función. Es verdad que allí en Estados Unidos no han tenido muy buena recepción ni la obra ni Al Pacino, al contrario que aquí. Pero no soy tonto, sé bien quién es Al Pacino y no se me ocurriría compararme con él.
-Con la anterior obra de Mamet que se produjo en España, La anarquista, sucedió exactamente lo mismo: la producción de Broadway fue un fracaso pero la que se montó aquí, con Magüi Mira y Ana Wagener, fue un éxito. ¿A lo mejor el teatro español debería sacudirse algunos complejos?
-Sí, por lo que sea las obras de Mamet gustan mucho aquí. Cuando estrenamos Muñeca de porcelana en Matadero ya estaban prácticamente agotadas las entradas para el resto de funciones. Pero yo no extraería conclusiones precipitadas, ni diría que el teatro español es estupendo a cuenta de este éxito, por más que quizá lo sea. Seguimos con la lengua fuera. Se ha instalado una precariedad absoluta en el sector y no hay manera de salir de ahí. Yo sería un miserable si me quejase, porque no me falta trabajo; pero miro a mi alrededor y el panorama es desolador.
-Hace poco presentó Las furias, la primera película de Miguel del Arco, que protagoniza usted. Y es curioso, pero me da la impresión de que, al menos desde los medios, se ve como algo exótico que un director de teatro decida rodar un largometraje. Se percibe casi como una anomalía. Pero en España no se ha hecho otra cosa en el último siglo: lo normal es que quien dirige teatro haga también cine y viceversa.
-Pues claro. Lo que pasa es que ahora hay una manía de etiquetarlo todo y se perciben como nuevas cosas de toda la vida. En Miguel del Arco, el tránsito del teatro al cine ha sido fluido y natural. Como lo fue, precisamente, en David Mamet. Bien es verdad que en su película hay un sustrato teatral y literario, pero vaya, también lo había en el cine de Mankiewicz y aquello se percibía como lo más normal del mundo. Las furias, en todo caso, es cine de primera categoría. Va a dejar a los espectadores clavados en sus butacas.
-¿Ha tenido usted que mandar a la mierda a alguien?
-Fíjate, en el Calígula de Albert Camus, hay un momento en que dice Cesonia a Calígula: "La necedad es homicida". Y no hay muchas verdades tan redondas. A mí me han faltado arrestos para mandar a la mierda a más de uno que se lo merecía, pero al menos he aprendido a evitar a los indeseables. Por eso a muchos les parezco un tipo serio y estirado.
-¿No queda más remedio que parecer serio y estirado en el imperio de la banalidad?
-Es que diariamente nos ofrecen ocasiones para que nos pongamos a hacer el indio. Y encima lo pagan de puta madre. Mantener una línea de dignidad se ha puesto muy jodido, especialmente tras la aparición de los nuevos medios. Internet ya lo tienes hasta el retrete y la impunidad aflora en todas partes. Es brutal. Por eso hay que hacer frente común contra la gilipollez. Antes de que sea demasiado tarde.
-¿Se ha arrepentido alguna vez de algo?
-No, nunca. Y no me he arrepentido porque con mi trabajo he podido mantener a mi familia desde que empecé, en 1960. Hemos pasado momentos malos, no nos han faltado apuros, pero hemos salido adelante. Sólo una vez me vi incapaz de mantener a mi familia con mi ocupación de actor y me puse a trabajar como vendedor de Círculo de Lectores. Fue sólo durante unos meses, entre 1964 y 1965. Lo hice y no pasó nada, por supuesto.
-¿Escribirá sus memorias? Para los lectores serían un complemento perfecto a El tiempo amarillo, las de Fernán Gómez.
-Tengo dos biógrafos, Luis Alegre y David Trueba. Estamos en ello. Me he puesto a escribir, pero voy muy despacio. Lo que sí tengo claro es que dejaré muy claro mi agradecimiento a Málaga: el homenaje que me rindieron en el Festival de Cine [con la concesión del Premio Retrospectiva Málaga Hoy] hace dos años, en un Teatro Cervantes lleno y puesto en pie, no lo olvidaré jamás.
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