Cultura

"La fusión debe tener raíz y corazón"

  • El grupo colombiano presenta su último disco, 'Río', un trabajo que habla de "la cercanía de la naturaleza"

Andrea Echeverri aportó los boleros, las rancheras y los tangos, la música que su madre cantaba en casa y con la que creció consciente de estar disfrutando de un "tesoro grandotote". Héctor Buitrago, primero la rabia del hardcore de su grupo La Pestilencia y después el afán experimental, la curiosidad por "todo lo nuevo", el cuidado del sonido, el juego con "los bordes de las canciones". Ambos son Aterciopelados, un grupo que desde sus comienzos en Colombia, hace casi dos décadas, ha caminado por un pasillo intermedio entre el mainstream y el rock alternativo, apoyado siempre en la tensión entre tradición y modernidad.

El grupo, reforzado con cuatro instrumentistas, visita días atrás Sevilla, donde ofreció en 1998 y en el Teatro Central su primer concierto en España dentro de la gira Calaveras y diablitos, en la que participaba una todavía desconocida Julieta Venegas. Ahora llega para presentar en directo Río, su último disco, publicado en 2008. En este álbum, el conjunto incorpora la sonoridad andina, "que te habla de las montañas, que te hace sentir la cercanía de la naturaleza, te hace pensar en los vientos, en los pájaros, que es como la música del planeta", explica en conversación telefónica su cantante y guitarrista.

Una música "perfecta" para un álbum de profunda inspiración ecológica, que en algunos instantes adopta aires de oración. "Somos amantes de la naturaleza y de la música, son las dos cosas que más nos gustan. Así que el planteamiento del disco surgió de una manera muy fluida. Reparamos en que había muchas canciones que tocaban el tema... Aunque ya habíamos hablado de ello en discos como Caribe atómico", continúa Echeverri, quien siempre ha incorporado a su discurso una fuerte conciencia política. "Y por eso lo titulamos Río -dice-. Porque para nosotros es importante lanzar mensajes en los que creemos, pero Río habla también de la risa. Somos conscientes de que nuestro disco tiene que ver con la celebración, con el sentido del humor. Con darle felicidad a la gente y no quedarse sólo en el intento de crear conciencia".

Un aspecto que no deja de alimentar debates. ¿Hasta qué punto la música puede tener utilidad más allá de su mero disfrute? Echeverri no se cuenta entre el grupo de escépticos. "Yo sí pienso que la música tiene un poder tremendo. Por lo menos sobre mí lo tiene. Yo me curo con una música que me gusta. La música contagia una energía, eso no lo puede desmentir nadie. Como músico, tú tienes que escoger qué tipo de energía quieres esparcir, incluso más allá de las letras, hay una intención que va implícita en el ritmo", dice la voz de Aterciopelados, un grupo que ha explorado los géneros tropicales con la misma fruición que algunas corrientes importadas de la cultura anglosajona, desde el punk hasta la métrica del rap.

De todos modos, la banda vive su compromiso social también de manera directa. Actualmente participa en dos campañas: una para fomentar la protección del río Bogotá y otra contra la estigmatización del cultivo de la hoja de coca. "Es que se confunde a los narcotraficantes con los campesinos, y eso es algo terrible. Y además hoja de coca y cocaína no son la misma cosa. La hoja de coca es la base de muchas de nuestras culturas indígenas, y en la cabeza de la gente esto no acaba de estar claro", explica.

Desde la perspectiva española, y junto a Maldita Vecindad y los Hijos del Quinto Patio, Los Fabulosos Cadillacs o Café Tacuba, Aterciopelados son una de las bandas responsables de la explosión del pop-rock alternativo latinoamericano. Algo que asumen con normalidad, pues no es más que la "expresión de una actitud vital y real, de nosotros como seres mestizos tratando de entender qué es lo que somos", dice Echeverri. "En Latinoamérica hay una música variadísima, y mucha fusión; la hay premeditada, que no aporta mucho... Pero también un montón de música que tiene realmente corazón y raíz, encanto, sorpresa... Cuando se convierte en una fórmula deja de gustarme".

"Me da pereza lo masivo", responde la cantante, por primera vez durante la charla levemente impaciente, cuando se le pregunta por ese pop de origen latinoamericano que ha conseguido triunfar en medio mundo a fuerza de banalizar sus señas de identidad. Y es que tanto Buitrago como Echeverri, que han colaborado con músicos de la envergadura de Arto Lindsay o Marc Ribot, el guitarrista de confianza de Tom Waits, viven la música como un ejercicio de "honestidad", y por ello "debe ser el reflejo de algo real, de algo cambiante, de algo incluso contradictorio". "Y ya de mujeres para qué hablar: casi todas van al gimnasio no sé cuántas horas, tienen clases de inglés no sé cuántas horas... Y llega un punto en que tienes que luchar por que tu música sea escuchada sólo por el hecho de que... ¡no es eso!", dice Echeverri, que ya cantó acerca del demencial culto al cuerpo de nuestros días -en el caso de las divas del pop enarbolando perversamente y con frecuencia la bandera feminista- en El estuche, una de las canciones que no faltaron en el concierto de Sevilla junto con otros temas emblemáticos de su repertorio, desde El álbum a Bolero falaz.

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