Tribuna libre

Con el humor hemos topado

SE llamaba Pedro y murió fusilado durante una guerra de las muchas y de todo tipo que coleccionó España a lo largo de su historia. Su muerte violenta dejó muestras del mejor humor de un hombre que disfrutó de su vida gracias a saber hacer reír a los demás con sus múltiples obras. Y no sólo sacaba sonrisas a lectores y espectadores sino que, como buen genio, sabía que el mejor laxante contra la vanidad y el egoísmo pasa por reírse de uno mismo.

Cuentan que en los momentos previos a su ejecución siguió escribiendo, esta vez sin lápiz, diálogos que convertirían a Groucho Marx en un becario de regional preferente: “Me temo que todos ustedes -dijo dirigiéndose a sus verdugos- no tienen intención de incluirme en su círculo de amistades”. Un maestro de las letras que antes de caer abatido por las balas se tomaba con humor la escena en la que era protagonista a su pesar: “Podréis quitarme la cartera, podréis quitarme las monedas, podréis quitarme el reloj de mi muñeca y las llaves que llevo en el bolsillo, podéis quitarme hasta la vida; sólo hay una cosa que no podréis quitarme, por mucho empeño que pongáis y que es el miedo que tengo”. Ni en la película ‘La vida es bella’ se encuentra una escena como ésta que deja al humor negro a la altura del betún.

La Iglesia madrileña ha comenzado hace unos días el proceso de canonización de este escritor nacido en mi pueblo, El Puerto de Santa María. Seguro que este portuense se está partiendo de risa con la decisión y pensando que muy mal deben andar las cosas por la tierra en este 2016 para que se abra dicho proceso. Seguro que hay otro portuense -en este caso gran poeta-, que vivió a apenas dos calles de distancia de la suya y de nombre Rafael, que estaría dispuesto pese a su ateísmo a fajarse y dar fe a la iglesia que se merece esa canonización. Muñoz Seca se apellidaba el genio y Alberti su vecino de calle y también genio.

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