Cultura

"Hay que ir por la vida aliviando más que entorpeciendo"

  • El cantautor Javier Ruibal se reúne con Luis García Gil, biógrafo de su obra en el libro 'Más al sur de la quimera', para realizar un encuentro con 'Diario de Cádiz'

Javier aún tardará un poco. Luis ya ha llegado a nuestra cita y, frente a un café, cuenta lo fácil que le ha resultado hacer un libro sobre una persona y un artista al que admira. "Me ha puesto todas las facilidades y ha sido un lujazo meterme en su universo de canciones". De este viaje a la galaxia Ruibal, el escritor gaditano Luis García Gil nos trae un tesoro como Más al sur de la quimera, una biografía a través de la música del trovador portuense, motivo de este encuentro a tres bandas. Javier Ruibal ha llegado. Podemos empezar.

- ¿Cómo le cae la idea?

-(Javier Ruibal) Me cae la idea como me cae Luis, estupendamente. Si Luis me propone hacer pesca de altura en un bacalaero canadiense, me lo pensaría pero, seguramente, por la tarde le diría que sí. (Ríen) Sinceramente, no tenía previsto en ningún momento que por hacer el trabajo que hago llegaría el momento que fuera atractivo hacer un libro sobre mi trayectoria. Realmente, piensas en la canción inmediata, ni siquiera piensas en el disco de hace quince años ni en el disco que vas a hacer en dos o tres. Pero luego reflexionas y ves que hay personas que te eligen un día para seguir tu música y dejarse acompañar por ella y es probable que en algún momento quieran saber cómo va tu vida o qué es lo que te mueve... En fin que yo me presto porque me lo propone Luis con la profesionalidad que tiene demostrada.

-¿Qué le pidió exactamente?

-(J. R.) La propuesta era tener una larga conversación ilustrada con un montón de información que él se ha encargado de recabar. No me dio la paliza en ningún sentido. Y, por mi parte, no ha sido nada sacrificado sino algo gustoso porque cuando hablábamos de algún asunto él ya tenía el dato, yo sólo tenía que corroborarlo o negarlo.

-¿Da miedo que alguien se acerque a su vida de esa manera?

-(J. R.) Yo no soy muy partidario de que nadie cuente, excepto a sus más allegados, lo que piensa, lo que le preocupa y lo que le hace feliz. No he contado todo, evidentemente, ni creo que se deba, porque no soy, además, partidario de que lo que se cuente de uno pueda endulzar o estropear los logros artísticos. En mi caso, no creo que haya demasiadas cosas interesantes mías que contar excepto el relato de cómo ha sido todo este tiempo desde el primer verso hasta el último. Y qué me ha ido pasando, dónde he estado y qué he sentido.

-¿Ha encontrado algo que le haya sorprendido de Javier?

-(Luis García Gil) Ya sabía que era una persona tremendamente coherente con el oficio y con su vida en general, así que me he ratificado en todo eso.

-¿Dónde quedan las canciones?

-(L. G.) Pues como en todo libro mío dedicado a la canción, lo más importante es intentar explicar a la persona a través de sus canciones. Acercarme también a su entorno creativo y luego a su visión de la canción. También es inevitable que todo eso vaya acompañado de un relato biográfico de enmarcar cada disco en su época, en su contexto, pero siempre intentando dejar claro que las canciones son las auténticas protagonistas.

-Hablemos del contexto, ¿fue duro ir a contracorriente de La Movida?

-(J. R.) En aquel momento estaba preocupado por mis versos, por mi canción del momento. Yo estaba en eso, siguiendo la senda de los grandes entre los que estaban ya Serrat que empezó muy pronto y muy bien, siguiendo la saga de los que escribían bien, de los que tocaban bien, de los que componían bien y también de los que tenían una actitud que a mí me parecía que se debería de corresponder con la formación y con el momento vital en el que uno empieza a dejar de ser un niño y empezar a ser un adolescente. Me apetecía tener una idea de qué iba la vida y comprometerme con lo que estuviera en mi mano. Pero eso me lo enseñaron en mi casa, me enseñaron a ir por la vida aliviando más que entorpeciendo y eso también se puede hacer desde una creación artística. Lo que iba ocurriendo alrededor me daba qué pensar, de qué forma tan banal y tan liviana se sustituían unos ídolos por otros, se cambiaban unas tendencias por otras, una música por otra... Eso me daba la idea de que todo está movido por un instinto lucrativo de un sector mínimo que tiene poder económico y mueve los hilos y si tiene que desestabilizar todo un movimiento musical como el rock andaluz o la canción de autor para meter una cosa comercial más banal y culturalmente menos profunda, lo hace sin más escrúpulo.

-¿No daba rabia asistir a eso?

-(J. R.) Claro, te da rabia pero yo no me puedo emplear ni un segundo en eso, constato la realidad y me dedico a lo mío que es lo que hay que hacer. Me dio rabia cómo se cerró el grifo de todos los movimientos. Comprendo que las cosas tienen su momento pero la cosa está en que esto es un negocio y se pretende captar a los nuevos con otras cosas con menos persistencia para que, inmediatamente, se pueda sustituir por otro juguetito y éste por otro y así... Como se hace con los niños se hace también con la cultura y la diversión para los mayores. Asistir a eso me decepcionó bastante pero después de toda esa movida tan aparatosa ha quedado un cineasta, un director, un fotógrafo y un grupo de rock. El tiempo pone a las cosas en su sitio.

-A usted no le ha ido mal.

-(J. R.) Ni mal ni bien. Me ha ido porque yo decidí hacer una cosa que estaba al margen de propuestas comerciales. Bueno, para ser justo también hay que decir que la canción de aquel tiempo tenía una vinculación con lo social importante. Veníamos de dónde veníamos, de un golpe de estado infame, de una represión y de un estado criminal y había muchos artistas que implicaban mucho su poema, su canción, su música con aquello. Cuando nos incorporamos todos a la democracia se quedaron como faltos del argumento esencial. En mi caso, yo escribí alguna canción muy testimonial y en el mismo momento en que estaba cantando delante de la gente me estaba dando cuenta de la falta de justificación que en ese momento estaba empezando a tener. Ya se estaban investigando cientos de casos contra la libertad de expresión, se estaba empezando a descubrir todas las barbaridades que se habían hecho...

-(L. G.) Pero también se queda fuera el artista que escribe en libertad, que busca un discurso lírico y que no se deja influenciar por una casa de discos, como por ejemplo Hilario Camacho que no vive de una canción comprometida sino que es un artista que tiene influencia anglosajona y que lo devora la industria.

-(J. R.) Pero hay una canción que es meramente política y otra que no lo es... La cosa es que hablemos de esa diferencia. Yo soy un individuo con un temperamento y unos criterios pero el arte que practico a veces se implica y a veces no. Es cierto que hay una situación anterior que pesa mucho pero no nos podemos pasar toda nuestra existencia hipotecados. Toda nuestra creatividad no tiene que estar sometida a un cordón umbilical que nos mantiene unidos a ese pasado tan gris y tan triste. Tenemos derecho a ser felices y también a hacer una canción feliz y eso no quiere decir que nos volvamos idiotas. Pero sustituir un estado de normalidad por un estado de idiotez, eso sí es una gran estafa.

-¿Por qué al sur de la quimera?

-(J. R.) Hay una canción mía con unos versos: El sur que te prometí/ tiene al sur otra frontera/ (...) más al sur de la quimera. Y, porque, en realidad, todo es quimérico. El arte en sí mismo es un querer poseer la naturaleza, atraparla... Y, luego, está la implicación con lo social. Aunque no se dice panfletariamente, he querido explicar que siempre hay alguien peor que uno; siempre hay otro sur más deprimido que nosotros y no hay que dejar que buscar lo quimérico que es hacer justicia más al sur del sur y no renunciar a eso... También está la idea de no llegar nunca a un lugar, ni tenerlo todo. Yo creo que el tenerlo todo no conduce a nada y, además, nunca se puede tener todo, ahora soñar con acariciarlo... Simplemente ahí estamos en las puertas de la felicidad.

-¿Ha llegado a rozar ese sueño con algún disco?

-(J. R.) Yo cada vez creo menos en los discos porque son una foto fija, maquillada y trucada. Pero los discos en directo el trucaje casi no existe, puedes mezclar, esconder un poquito aquel detalle... pero está tocado, de verdad. No creo en el disco como fetiche, sí para que te acompañe, para que puedas rememorar lo que viste en el concierto pero no como el objetivo sobre el que se ha basado la trayectoria artística de las tres últimas décadas.

-(L. G.) Además los músicos que tocan con Javier tienen una complicidad muy fuerte con él. El músico se siente en una misma onda con él porque hablan el mismo lenguaje, que a lo mejor otro tipo de artistas no lo tienen.

-(J. R.) Hay una parte fija que es lo pactado para que la canción transcurra pero yo no quiero que falten a su personalidad, yo los llamo precisamente para que sean ellos y toquen y así cada vez, en cada ocasión, haya cosas que el público también diga lo de esta noche haya sido distinto. Con Iñaki Salvador me pasa, me ha pasado con Antonio Toledo, con Tito Alcedo, con Glazz... Es hacer algo distinto pero sin faltarle a la canción, todo está buscado por el lado de la amabilidad, de ligarse a la gente porque creo que en este oficio debe primar una idea, que sin un interlocutor, sin alguien que oiga, sin alguien que contemple no hay arte.

-¿Le interesan los nuevos públicos?

- (J. R.) A mí me estimula mucho el público nuevo. El puesto está abierto. Uno puede venir cuando quiera, en el momento de su vida que quiera pero que cuando llega hay que procurar que se quede. Y eso se consigue pues procurando que sientan la fascinación de algo que no han oído. Además que esté tocado por músicos que son estrellas en lo suyo, no son acompañantes son creadores como yo. Persigo ese concepto de a por todas, vamos a hacer la gran comida, todo tiene que ser un lujo y para eso hay que tirar de una música que sea lo más radiante y luminosa posible, versos cargados de emotividad. Asistir a eso como una fiesta excepcional. Eso es lo que ando buscando y no sé si lo consigo pero, mira, vivo de esto, lo vamos consiguiendo. Hay que fascinar al que viene. El arte implica cierta compaña en el camino.

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