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Cultura

Los novillos de Guadaira fueron un regalo, se mire por donde se mire

  • La novillada, áspera y con genio, no fue ninguna oportunidad para la joven terna

Todas las disculpas para la terna, por el viento y las complicaciones de los novillos. Una novillada con fuerza y con pies, exigente y sin clase. Le sobró genio, le faltó calidad. La mayoría embistieron pegando arreones, descompuestos, sueltos y correosos, con la cara por las nubes y acostándose. Un regalo por donde se mire. Esa movilidad con tan mal estilo se llama genio, o casta de la mala. Así que no valen asperezas en la crítica.

Ni siquiera para el primer espada, Francisco Pajares, que tuvo el novillo más claro del encierro, el que abrió plaza, el único que se movió con cierta clase, eso sí, sin la chispa necesaria. Y es que el novillo apuntó nobleza, sin embargo, sin humillar lo suficiente. No llegó a tomar altura el trasteo también por la falta de confianza del novillero. Hubo pases buenos pero aislados, y desde luego las series cortas en número.

El cuarto fue de los más difíciles del encierro, pegando cabezazos, de violentas embestidas y "metiéndose" por los dos pitones. Pajares dio la cara, sin arrugarse, y sobre todo en la suerte suprema, dejándose coger las dos veces que atacó con la espada.

Juan Carlos Rey debutaba en Madrid sin ser novillero puntero. De hecho el propio Rey dio pronto a entender que no es nada del otro mundo, menos aún con ganado de este calibre.

Lechuga puso arrestos en su complicado primero, que se colaba por los dos pitones, y que en un momento de la faena le hizo salir por los aires. Notable esfuerzo que no tuvo recompensa. También se las trajo el sexto, que estuvo tres veces en el caballo, y ni así se templó. Lechuga libró la misma lucha inútil que en los anteriores.

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