Cultura

Dos orejas para Fandi y una por coleta para Rivera y El Cordobés

  • La corrida de Torrealta para la Plaza Real se remendó con dos toros de Camacho, destacando el juego del titular tercero de la tarde, ovacionado en el arrastre

El Fandi, sumando una oreja de cada toro de su lote, fue el triunfador de un festejo en el que dos toros de Camacho remendaron la corrida de Torrealta, un encierro que tuvo nobleza pero que nos dio la impresión de que se le pudo sacar más.

Y no es porque la terna no se enfrentara a la corrida con corrección, firmeza y profesionalidad, que la hubo, sino porque tal vez estuvieron carentes de armas estéticas para convertir lo correcto en sublime, la firmeza en arrebato y lo profesional en artístico.

Porque la corrida sirvió y aunque fue un espectáculo en el que hubo cuatro orejas, no fue para gourmets del toreo. Vaya por delante que la Presidencia, errática y sin criterio, puso cara las orejas denegando una petición mayoritaria en el primero a El Cordobés, le compensó rebajando la que le dio en el cuarto, siguió la rebaja con la dada a Rivera en el quinto y reconoció la honestidad de El Fandi con la del sexto, imagino. No he visto oscilar más los precios en mi vida. De petardo.

Además la presidencia mandó salir a los caballos en el segundo sin que el toro estuviera parado y mucho menos fijado, hasta el punto de que el torero le pidió que se tranquilizara. No nos consta si hubo sonrojo en el palco.

Los dos primeros fueron nobles pero a menos, propicios para toreros que encajen los riñones y convenzan con pocos muletazos, pero sin durar para espadas que tienen que armar faenas largas y crecientes para convencer. Tuvieron solvencia y resolución, respectivamente, Manuel Díaz y Francisco Rivera, pero no les duraron los toros.

El que si duró fue el tercero, toro de lío, noble, repetidor, con recorrido y hasta un punto picante por el lado zurdo. El Fandi, que puso en pie al público en banderillas y que manejó con claridad el capote, no mantuvo el tono en el tercio de muerte y su larga labor no cobró brillo.

El Cordobés, que en su anterior toro renunció a la vuelta al ruedo, se las vio con un cuarto de la tarde reservón en el capote, y se metió mucho con él, resultando el más descastado de los titulares para la muleta. Manuel Díaz aprobó el examen con la lección bien sabida y con seriedad, sin excentricidades.

El quinto, primero de los de Camacho, fue toro manejable que el torero lidió cerrado en tablas. En sus dos toros Francisco Rivera agradó en banderillas, muy aplaudido, y paró de una larga en el tercio y lances rodilla en tierra. En los adentros tuvo momentos de brillo y toreo con matices, esas faenas de porfía que perciben los que están cerca y provocan la catarata de aplausos en el tendido, en este caso el cinco. De nuevo pinchó al matar y tal vez por eso la presidencia no le dio la segunda oreja, si se me permite la ironía. Eso sí, el torero aprobó dignamente y de sobra.

El cierraplaza de Camacho fue un toro que se rajó de salida, condición que cantó en la muleta. El Fandi, de nuevo enardeciendo en banderillas, echó la peoná sujetando al toro y buscando redondear, lo que se dice a arrancar la oreja. También aprobó El Fandi aunque ese tercero franco y con recorrido, era para matrícula.

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