Cultura

Las pastilla del Diablo o el psiquiatra llama dos veces

Suspense, EEUU, 2013, 85 min. Dirección: Steven Soderbergh. Intérpretes: Rooney Mara, Channing Tatum, Jude Law, Catherine Zeta-Jones. Guión: Scott Z. Burns. Música: Thomas Newman. Cines: Bahía de Cádiz, Bahía Mar, San Fernando Plaza, Plaza Arcos, Yelmo, Abaco Jerez, Cinesa Los Barrios.

Soderbergh es un espléndido artesano (Erin Brokovich, Traffic, Ocean's Eleven y sus dos continuaciones, Contagio) que se estrella cuando se cree autor (Solaris, Che, El buen alemán). Efectos secundarios, afortunadamente, está del lado de la artesanía y del cine de género. El suspense, en este caso. Encubiertos sus aspectos criminales y violentos en la primera parte -intriga psíco-médica- y explícitos en la segunda -intriga criminal-. Manteniéndose la misma tensión y, lo que es más importante, idéntica incertidumbre en ambas partes. Aunque en la primera con naturalidad y en la segunda forzando las cosas hasta incurrir en la exageración inverosímil.

Cortes abruptos separando las secuencias, saltos atrás en el tiempo, elipsis. Los recursos que generan esa inseguridad en el espectador que son la esencia del suspense -¿qué ha pasado?, ¿qué está pasando?, ¿qué va a pasar?- están muy bien pulsados. Desde el principio -tal vez por la música canturreada o el plano aproximándose a la fachada del bloque de apartamentos- algo me recordó a La semilla del Diablo. Y durante el desarrollo de la primera parte esa impresión no me abandonó. Nada que ver con demonios, desde luego. Pero sí con una mujer (Rooney Mara) acosada por la depresión cuando su marido sale de la cárcel (Channing Tatum); tan cercada por los fármacos antidepresivos que le suministran su psiquiatra (Jude Law) y una poco tranquilizadora colega (Catherine Zeta-Jones) como Mia Farrow lo estaba por los amables vecinos viejecitos; y tan víctima de las ambiciones de las corporaciones farmacéuticas, de la falta de escrúpulos de los médicos, de la desesperación de masas acallada con antidepresivos y de los experimentos ilegales o inmorales, como aquella lo era de la secta satánica. Y aquí se acaban los parecidos, porque los diablos de esta película son humanos y mediada la historia de La semilla del Diablo me fui deslizando a El cartero siempre llama dos veces o Fuego en el cuerpo.

El estilo distante y frío de Soderbergh, su elegancia posmoderna que tantas veces linda con la superficialidad, lo que del cine independiente en el que se inició ha conservado como marcas de inestabilidad que enriquecen (¿engañosamente?) su robusta narración de corte clásico, le van bien a la película, la hacen más convincente aún cuando, conforme se aproxima al final, da peligrosas piruetas argumentales. Salvado por el estilo, podría decirse.

Grandes interpretaciones de Rooney Mara y Jude Law. Buena de Catherine Zeta-Jones. Correcta de Channing Tatum. Muy buena partitura de Thomas Newman, el único músico del actual cine americano -junto a Howard Shore- capaz de reinventarse cuando la película lo exige.

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