Cultura

El poder entusiasta de la materia plástica

HACE unos meses, hablando con David Saborido, salió en la conversación los alumnos que formaban parte de su importante y conocido estudio de pintura 'La Casita Amarilla', allí donde tantos y tantos autores se han formado; me comentaba que tenía una alumna que estaba experimentando con los pigmentos sobre el PVC expandido y que le gustaría que yo viera lo que estaba haciendo. Como el pintor jerezano casi nunca se había equivocado en sus apreciaciones, me fui a Puerto Real a conocer la obra de esta Verónica Sanz, para mí totalmente desconocida y de quien tan bien hablaba su maestro. Me encontré una pintora enfrascada en un atrevido proceso de utilización de los acrílicos sobre superficies de foam. Aparentemente se trataba de expandir pintura sobre un soporte y dejarla actuar. Sin embargo no era algo tan simple; la observación detenida te conducía a un proceso de mayor y más compleja envergadura. Algo, no obstante, sobresalía de la propia situación artística. Vi a una autora apasionada con su trabajo, volcada de lleno en una investigación que le apasionaba, todavía más incluso, que los propios resultados. Era el entusiasmo por el acto mismo de la creación. Ilusión, entusiasmo, pasión…; detrás de aquello tenía que existir a la fuerza una artista y una obra, como poco, poseída de los claros planteamientos que un artista creador necesita. Me convenció la realidad de Verónica y tuve que darle, una vez más, la razón al sabio maestro de 'La Casita Amarilla'. Por eso era lógica su inclusión en la programación de ArteaDiario: artista portadora de la máxima expectación, creadora entusiasta y nueva en este difícil medio artístico.

Efectivamente, la pintura de Verónica Sanz responde a un proceso de investigación sobre los materiales y su incidencia en los soportes. Un desarrollo plástico en azules desencadena abiertas perspectivas visuales. La materia plástica expande su función y ejerce sus ilimitados desenlaces; todo queda supeditado a la fuerza de la materia que extiende su proceso hasta que manifieste su más amplia poder.

La sinfonía de azules posibilita, asimismo, guiños de complicidad visual. La mirada, habituada equívocamente a buscar realidades, se enfrenta con una magnitud azulada que abre las máximas perspectivas evocadoras, incluso permite confundir una vista acostumbrada a encontrar simples concreciones. Sin embargo, su pintura sólo manifiesta el poder contundente de la forma, la materia pictórica inundando de infinitas posibilidades ópticas un soporte que incide en el arbitrario desenlace que promueve el color.

Estamos ante una pintura semiautomática; es decir, expandida para que ella proporcione su máximo poder formal, para que el azul patrocine una dimensión pictórica llena de carácter plástico.

David Saborido tenía razón. El apasionamiento pictórico de la artista lo atestigua.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios