Cultura

El tiempo

Llega de manera inesperada a mis manos el libro de J.B. Priestley 'La visita del Inspector'. Un clásico de las letras inglesas. Alguien lo ha dejado olvidado sobre la barra del bar donde suelo tomar el café mañanero, y como nadie parece interesado en él, termino por apurar mi taza de café hojeando la pequeña pieza teatral a la que alguien calificó en su momento de obra maestra. Caigo en la cuenta de que no he leído nada hasta ahora de Priestley, me refiero al Priestley autor teatral o de novelas, aunque sí me viene tímidamente a la memoria ahora, con este encuentro casual, aquel otro libro de este autor inglés titulado 'El hombre y el tiempo', y que por momentos me llegó a superar por su densidad. En él Priestley meditaba como ya habrán supuesto sobre el concepto del tiempo. También recuerdo vagamente cómo el autor mantenía que, de la misma manera que el espacio tiene tres dimensiones, el tiempo también tiene dimensiones adicionales. No lo sé, pero de lo que sí tengo la sensación es que para mí el tiempo parece pasar más deprisa desde hace unos años. El paso de los días parece ir acelerándose, nada que ver con aquella sensación de lentitud y eternidad de cuando éramos más jóvenes. Hace poco Iñaki Gabilondo declaraba que tenía el hábito diario de la lectura, lo que ya no decía es si sentía como yo cada vez más ansiedad por la lectura, como si se tuviera la sensación de que fuera faltando tiempo para leer todo lo que se desea. Y siguiendo con el tiempo, al que me ha conducido inesperadamente Pristley, me conseguían hace unos días el libro de Carlos Jurado Caballero 'El año en que se paró el tiempo'. Se editaba en 1996 pero ya está descatalogado, por lo que sin la mediación de Cristóbal, mi librero de guardia, difícil hubiera sido poder leer una magnífica novela que nos da cuenta de la llegada de un viajero a una recóndita aldea situada en la región de La Sagra. Una aldea donde parece que el tiempo se hubiera detenido. Recordar este libro me lleva sobre un tema que logra enfadarme. ¿Cómo es posible que se siga reeditando tanta pseudoliteratura, mientras que para conseguir un solo ejemplar del libro de Carlos Jurado haya que buscarlo como si fuéramos argonautas?

Ramón Clavijo Provencio

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