Crítica de Cine

La vida como debería ser

Esta idea del productor y guionista Ludovic de Clary, convertida en guión y dirigida por Olivier Ayache-Vidal en su debut en el largometraje, es un buen deseo plasmado con buenas maneras cinematográficas que no logran evitar que se la vea como una bienintencionada comedia que aborda con ligereza el que tal vez sea el problema más grave de Europa: el fracaso en la integración de los marginados, especialmente los inmigrantes, a través de la educación. Para plantearlo adopta un tono casi de fábula, con toda la carga moral que le es propia.

A causa de un equívoco un profesor de literatura y lengua francesa de un plácido instituto del centro de París acaba en el de un barrio marginal mayoritariamente habitado por inmigrantes. Más en la línea anglosajona iniciada por Semilla de maldad y Rebelión en las aulas que en la francesa de Hoy empieza todo o La clase, El buen maestro aborda el problema educativo con una amabilidad y un optimismo que, desgraciadamente, parecen puestos en cuestión por la realidad. Hace unos días la prestigiosa profesora de filosofía Elisabeth Badinter -progresista, feminista, defensora de la educación pública republicana francesa- reconocía en una entrevista el fracaso educativo en la integración de los inmigrantes en los valores de Francia, llamando a los barrios marginales "territorios perdidos de la República" y culpando a la negación de realidad: "Nunca se insistirá suficientemente sobre hasta qué punto la negación de los políticos republicanos ha alimentado al Frente Nacional".

Pese a sus limitaciones optimistas, pensadas para atraer al gran público, hay que agradecerle a esta película su bienintencionada sinceridad y que se decante sin complejos por la cultura en el sentido fuerte de la palabra (el importante papel que juega Los miserables de Hugo me recuerda al de Lo que el viento se llevó de Margaret Mitchell y la poesía de Robert Frost en Rebeldes de Coppola) en vez de caer en los tópicos que celebran la grosería como provocación y la ignorancia como rebeldía, despreciando la alta cultura como elitista.

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