Cultura

¡Y viva Londres que es 'very well'!

El soniquete de los flamencos de Jerez se instaló anoche en el corazón de Londres, en el teatro Sadler's Well, cuyo público, por lo general recatado, asistió emocionado a un puro espectáculo que reflejó la evolución del arte jondo desde sus orígenes hasta la actualidad: '¡Viva Jerez!'. Los artistas formaron el taco en la capital del Támesis durante dos horas en lo que fue la clausura del Flamenco Festival 08 -el certamen internacional más importante del mundo- con la obra que se estrenó en el Festival de Jerez, un montaje que deslumbró a las 1.500 personas que abarrotaron el teatro al trasladar al escenario un maravilloso testimonio que arranca en la gañanía, en los cortijos donde los flamencos se lamían las heridas del alma con la trilla y otros cantes como las tonás y el romance. Lo relataron Mateo Soleá, El Londro, El Pescaílla y un soberbio Antonio Malena con hondura y maestría, proyectando sus tercios desgarradores para poner en situación al patio de butacas. Del diez. Y la cruda realidad de la época en que los gitanos aún eran perseguidos y maltratados la reinventó María del Mar Moreno por seguiriya, una pena negra que sacudió las conciencias sin necesidad de entender la letra, en la mayoría de los casos. Muy motivada y expresiva como ella sóla, La Moreno interpretó el cante de Malena con una fuerza interior extraordinaria que transmitió emociones grandes. Una vez más, el genio contenido y el zapateado musical elevaron a la bailaora jerezana un palmo sobre las tablas para estremecer al público.

Pero no siempre fue el cante un grito desgarrador y reivindicativo al tiempo. No. Gracias a un buen puñado de genios, los flamencos saltaron al café cantante y al tabanco, a los festivales y por fin a los mejores teatros del planeta ampliando su repertorio y poniendo sus banderas a lo largo y ancho del mapamundi. El camino lo allanaron artistas como Mercedes Ruiz, capaz de hechizar a una legión de aficionados con sus hermosos pies y esas flamenquería que le vio nacer. La bailaora jerezana reunió una vez más sobre el escenario todas las condiciones de una excepcional artista: equilibrio, precisión, gracia y compás hasta casi desmelenar al público de Londres con el brillo de su chaqueta torera en la farruca reflejado en cada uno de sus movimientos. Miguel Téllez también se lució por verdiales, tangos y bulerías.

Francisco López, director de la obra, ha pulido el montaje respecto a su estreno en Jerez respetando el concepto de musical de tradición, con colaboraciones de lujo como las de Paco Cepero y Javier Latorre al frente de la música y la coreografía, respectivamente. Cada artista disfrutó de su espacio, aunque en esta obra la unidad es lo más importante. El arte más popular, el de los patios de vecinos y las calles de San Miguel, Santiago y La Asunción lo reflejaron la Bastiana, Rosario, Juani Peña y Luisa Terremoto al son del baile ejecutado por una magistral Angelita Gómez que en los tangos y en la bulería supo abanderar a la perfección el espíritu del baile flamenco de Jerez, reposado y con mucha enjundia, junto con los músicos excepcionales como Pascual de Lorca, Santiago Lara, Santiago Moreno y Zarzaza, y personajes tan divertidos como el que interpretó Ali de la Tota, capaz de hacer reía a los pingüinos. Antológico estuvo Antonio Malena, en la soleá por bulerías y en la toná-romance, en la seguiriya y en el fandango de El Gloria que pone el broche a la obra. Profundo y con la voz más bonita del momento. Londro también se comunicó con el público en los tientos, la milonga y por bulerías. Por muy pequeño que fuese el ´papel´ de cada artista, todos brillaron con intensidad: Rosario Soto en esos tangos que más gitanos no se pueden cantar, Luisa Terremoto y La Bastiana en su derroche de gracia y compás y Juani Peña con la voz quebrada que quita las penas. El Pescaílla estuvo sembrado con su "¡Viva Jerez y viva London, que es ´very well´", bailando sobre una losa; al igual que El de la Tota puso la sal y la pimienta en cada instante; o Zarzaza al piano más flamenco de Jerez o el incombustible Mateo Soleá, solera del mejor cante. La generosa ronda de bulerías en la que todos cantaron y bailaron hizo las delicias del público. Y quizá fue la escena en el aeropuerto, con todos los artistas a punto de salir hacia Tokio, la que mejor resumió la obra, con un público que quizá no entendió el mensaje pero que ni falta que hacía, ya que los artistas impusieron su ley con arte a raudales y dándolo todo, para superar cualquier eventualidad. Fue el de anoche un estreno donde el flamenco de ayer, hoy y siempre se reivindicó por derecho.

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