RECETA DEL CLAVEL LACADO: Un clavel de tamaño medio, del color que nos haya tocado, y un bote de laca de la de toda la vida, de esa de los cardados de C. C. Catch. Se coge el clavel y se rocía con generosas cantidades de laca en aerosol. Ya está usted listo para volver al Real. Con un poco de suerte, la flor le durará toda la semana como el primer día.

Hora mágica en la caseta. Alguien baila, alguien charla y todos bebemos. Risas y vino inundan la preciosa tarde de mayo. No se puede estar mejor. Las rumbas revolotean a nuestro alrededor, mientras sentimos la eternidad en nuestras manos. Justo en ese momento en que no recordamos que hemos vivido ya más de una feria, sino que parece que siempre hemos estado aquí. Entonces llega ella, la memoria vida de que todo pasa (y todo vuelve): una mujer de tez cetrina y aspecto cansado, que con risa falsa nos cuela su retahila

-¡Cómprame un cravelito!

Usted hace como que no la ha oído, y sigue hablando con una amiga, navegando ya en las plácidas aguas del fino

-¡Cómprame un cravelito!

Usted ni caso. Entonces es cuando ella comienza a desplegar sus arcanas técnicas de marketing, creadas en una feria que se celebró hace muchos siglos. Se interpone entre usted y su compañera de conversación, e insiste

-¡Cómprale un cravelito a tu novia!

Usted comete el fatal error de mirar a la mujer de tez cetrina quien, cravelito en mano, está dispuesta a no soltar su presa.

-¡Anda moreno, que es mu guapa!

Un segundo error, le conduce al abismo: entablar conversación con la vendedora. A partir de ese momento, está perdido. Reproducimos una conversación tipo, mantenida antes de la transacción.

-¡Cómprame un cravelito, emperaor!

-No, gracias

-¡Aaaay, si es mu guapa, que te vas a casar con ella!

-Señora, no es mi novia ni me voy a casar con ella

-Pero es mu guapa, cómprale un cravelito

-No es tan guapa (su amiga le mira con cara de indignación)

-Anda, que eres un caballero

(a partir de este momento, cualquier argumento será rebatido)

-No soy un caballero

-Como que no, se te ve en el porte

-Si le compro la flor a ella, mi mujer, que está ahí sentada, se va a ofender

-Cómprale otro a tu mujer

-Lo de mi mujer es mentira, soy de la piompa

-Pos a tu marido

-No tengo marido

-Cómprame un cravelito, malaje, que te va a tocar la quiniela

-No juego a la quiniela

-Te leo el porvenir…

La conversación puede durar horas, hasta que usted se rinde y compra un cravelito a su amiga (visiblemente enfadada), otro a su mujer (quien un tanto bebida no entiende el regalo), otro se lo coloca en el ojal y un cuarto, que se mete por la piompa.

Guarde el del ojal y aplique la receta que encabeza este artículo. Lleve con usted su clavel lacado todos los días de Feria, porque en todos y cada uno de ellos, volverá a aparecer una mujer de tez cetrina clamando

-¡Comprame un cravelito, malaje!

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