No me refiero al galardonado exentrenador del Atleti, don Radomir, al que por estos lares siempre hemos llamado 'Anti', pues la 'c' que cierra su apellido, además de impronunciable para nuestro acento, la verdad es que sobra. Me refiero con este titular a aquellas personas, instituciones y partidos que hacen de su oposición a algo la esencia de su mismo ser. Y saben qué les digo... pues que no suele funcionar. Cuando se parte de una base en la que el "no" a algo es la esencia es muy fácil que se pueda caer en tentaciones dictatoriales o resbalar con riesgo de descalabro. Es lo que les pasa a los antitaurinos (que se alegran de la muerte de los toreros), de los podemitas (que piden que el cuerpo de una política recientemente fallecida dé calor a una familia con problemas) o del Ayuntamiento de Jerez donde tal amasijo de siglas unidas contra el partido más votado empieza a convertirse en un gazpacho que esta ciudad jamás podrá saborear. Eso no es lo peor. Es que Jerez corre riesgo de morir de hambre. Al tiempo.

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