Fueron los días en los que la actualidad mandaba. Había que estar allí, dando la cara, mostrándose dispuestos a evitar que ningún loco arroyase a cientos de personas. Lo de Las Ramblas fue muy fuerte, aunque después el pluscuamperfecto nacionalismo lo diluyera como un verso suelto. España se llenó de bolardos y pesados maceteros. Jerez también lo hizo, pero lo cierto es que a estas alturas de año y con la Navidad a la vuelta de la esquina nadie puede negar que se hayan adoptado medidas efectivas para evitar que un loco canalla sea capaz de llevar a cabo una escabechina. Hay que gobernar a largo plazo y esta máxima es, precisamente, la que se ha olvidado tanto en los aleccionamientos catalanes como en algo tan simple como medir el ancho de una calle y comprobar que por allí, más que una furgoneta, cabe hasta un trailer. No es por ser aguafiestas pero no debemos bajar la guardia. Los lobos locos están ahí y los que tenemos carita de cordero degollado somos... usted y yo.

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